jueves, 4 de agosto de 2011

DIARIO DE MI RECIENTE VIAJE A ESTOCOLMO (SUECIA)










Estocolmo está considerada una de las ciudades más bellas de Europa. Sus hermosos edificios, combinados con sus calles asomadas al agua del archipiélago donde se asientan, serenan el ánimo y dan la sensación de encontrarnos en un ambiente muy agradable.
Lunes 25-7-2011
Viajo en el AVE desde Sevilla a Madrid. Desde la estación de Atocha me introduzco en el Metro para llegar a la Terminal T2 del aeropuerto de Barajas. Tras facturar una maleta, recoger la tarjeta de embarque y un tiempo de espera, subo al avión de la compañía SAS que me llevaría a Copenhague, capital de Dinamarca, como tránsito para sobre las 18 horas llegar a Estocolmo. Me esperaba una sorpresa. La maleta facturada en Madrid no aparece en la cinta transportadora de equipajes. Esto me obliga a reclamarla. Me prometen enviarla al hotel donde me alojaré y resignado cojo un autobús. Ya anochece cuando puedo entrar en mi habitación, sintiendo algo de inquietud por no tener mi equipaje.
Martes 26-7-2011
Me levanto temprano. Bajo a la recepción del hotel y recibo la alegría de reencontrarme con la maleta extraviada. Me tranquilizo. Un abundante desayuno-buffet predispone para salir a la calle lleno de energía. Estoy en la zona de Ostermalm, frente a la Estación Central de trenes y autobuses. No tengo ni idea de qué camino seguir. Guiado por un mapa y preguntando llego al Palacio Real. Un edificio enorme, situado en Gamla Stan (la ciudad vieja). Es la residencia oficial y el mayor de los palacios de la monarquía sueca. (La residencia privada de la familia real es el Palacio de Drottningholm). Los asistentes personales del monarca (actualmente Carlos XVI Gustavo) y de otros miembros de la familia real sueca así como los asistentes administrativos de la Casa del Rey también se encuentran aquí. El Palacio también se usa para propósitos de representación que realiza el rey cuando cumple con sus deberes como jefe de estado.
La fachada sur da al gran talud del Slottsbacken (talud del Palacio); la fachada oriental bordea el Skeppsbron (puente de los barcos), un muelle pomposo que se extiende a lo largo de la costa oriental del casco antiguo de la ciudad; en la fachada norte está el Lejonbacken (talud de los leones), un sistema de rampas que lleva el nombre de los leones esculpidos en piedra que las coronan; el ala oeste del palacio bordea el espacio abierto del Högvaktsterrassen (patio de la guardia).
El primer edificio que estuvo en este lugar fue una fortaleza con una torre central construida en el siglo XIII por Birger Jarl para defender el Lago Mälar. La fortaleza creció hasta convertirse en un palacio, llamado Tre Kronor (“Tres Coronas”) en honor a las agujas de la torre central.
A finales del siglo XVI, se hicieron muchos trabajos para transformar la antigua fortaleza en un palacio de estilo renacentista bajo reinado del rey Juan III. En 1690, se decidió reconstruirlo en estilo barroco siguiendo un diseño de Nicodemus Tessin el Joven. En 1692, empezaron los trabajos en la zona norte. Se completó en 1697, pero gran parte se derrumbó debido a un incendio producido el 7 de mayo de 1697. Fue reconstruido por Nicodemus Tessin el Joven, con alas con forma de semicircunferencia alrededor del patio occidental terminadas en 1734, la iglesia del palacio terminada en la década de 1740, y el exterior terminado en 1754. La familia real se mudó al cuando ya habían concluido las obras de construcción de las alas suroeste, sureste, y noroeste. El ala noroeste se terminó en 1760. En el norte, el Lejonbacken (“Talud del león”) se construyó entre 1824 y 1830. Su nombre le viene dado de las esculturas en forma de león que hay allí.
El palacio está protegido por la Högvakten, la guardia real formada por miembros de las fuerzas armadas suecas. Esta guardia data de principios del siglo XVI.
Compro un ticket por 140 SEK (abreviatura de la moneda sueca, la corona), unos 15 euros, que me permite visitar las dependencias palaciegas, además de dos museos y el tesoro real. Primero subo unas hermosas escaleras para ver la capilla, que resuma al siglo XVIII. Después, mediante otras escaleras estrechas bajo a un subterráneo que encierra la cámara del tesoro, compuesto en su mayoría por coronas de oro adornadas con piedras preciosas. Las lucieron varios miembros de la familia real sueca a lo largo de los últimos siglos. Recordé otra exposición similar de la monarquía británica que hace años vi. en la Torre de Londres. Abandono el subterráneo y subiendo otras escaleras también hermosas llego al salón principal del palacio: el del trono. Me encuentro en el lugar donde anualmente se entregan los Premios Nóbel. Tal circunstancia me produce cierta emoción. Me encantaría volver y recibir el de literatura. Sé que es imposible, pero al menos nada cuesta soñarlo. Allí se inicia un recorrido que permite adentrarse en salones, dormitorios, pasillos y otras dependencias reales. Un sabor a añejo lo inunda todo. Los siglos XVII y XVIII se asoman en las pelucas de personajes retratados, en los muebles, en el ambiente. Me llama la atención un salón ambientado con tapices alusivos a Don Quijote de la Mancha, un toque de la cultura española que me agradó bastante. Cuando se viaja, estos detalles estimulan el orgullo patrio.
La Suecia moderna surgió de la Unión de Kalmar en 1397 , y de la unificación del país por el rey Gustavo Vasa en el siglo XVI En el siglo XVII, amplió sus territorios para formar el Imperio sueco La mayor parte de los territorios conquistados fuera de la península escandinava se perdieron durante los siguientes siglos. La mitad oriental de Suecia constituida por la mitad oriental de Norrland y
Österland se perdió frente a Rusia en 1809. Desde 1814, no ha participado en ningún conflicto, manteniendo una política exterior de paz y neutralidad en tiempo de guerra.
Abandono el palacio real. Me encuentro de bruces con el Museo Nóbel, situado en una bonita plaza de la ciudad vieja. Recoge información de los premiados y detalles de la vida del creador de tan prestigiosos galardones. La visita ilustra pero no entusiasma. Luego fui a la cercana catedral. De todos sus tesoros me asombré ante el maravilloso conjunto escultórico que representa a San Jorge en su lucha contra el dragón. Una maravilla que por si sola justifica visitar Estocolmo. Me quedo un largo rato contemplándola. No puedo fotografiarla por que se acabó la batería de mi cámara digital, pero prometí volver. Algo tan hermoso debía estar entre mis fotos más queridas. Salgo de nuevo a la calle. Es medio día. En un restaurante cercano veo anunciado un menú que incluye los célebres arenques suecos. Lo pido. Su sabor es en cierta forma desagradable pero hay que probarlos, a pesar del alto precio que me costó. No creo que vuelva a repetir la experiencia ni que coma más arenques. Me dirijo a visitar la exposición del castillo de las Tre Kronor que originó el palacio real. Se pueden ver los cimientos de éste y objetos y trajes ambientando las salas. Merece la pena verlo. Para completar los cuatro sitios visitables incluidos en lo que pagué, voy a un museo de antigüedades fundado por un príncipe que amaba las bellas artes. Contiene estatuas de personajes mitológicos, compradas tras sus viajes a Italia. Interesante pero nada del otro mundo. Por hoy ya está bien de museos. De vuelta hacia el hotel camino hacia un paseo llamado Kungstradgarden, luego recorro calles amplias y termino el día cansado pero contento.
Miércoles 27-7-2011
Hoy proyecto conocer por dentro al Ayuntamiento de Estocolmo, edificio simbólico de la ciudad. Se sitúa sobre la isla Kungsholmen, en el extremo que encara el distrito Norrmalm y las vecinas islas de Riddarholmen y Stadsholmen. En su interior se encuentran oficinas, salas de conferencias, salones de ceremonias y el lujoso restaurante Stadshuskällaren. La llamada Sala Azul (Blå hallen) es la sede del banquete anual de los Premios Nobel.[] Por todo esto, y por su imponente aspecto sobre la ciudad, es uno de los principales atractivos turísticos de Estocolmo. En 1907 el gobierno de la ciudad decidió construir un nuevo ayuntamiento en el lugar donde se hallaba el antiguo molino de Eldkvarn, destruido en un incendio en 1878. Para ello se realizó un concurso arquitectónico, en el que en una primera ronda se eligieron los proyectos de Ragnar Östberg, Carl Westman, Ivar Tengbom, a los que se unieron los de Ernst Torulf y Carl Bergsten. La elección finalmente quedó entre Wetman y Östberg, siendo el segundo el designado para la construcción del ayuntamiento, mientras que a Westman se le adjudicó la construcción del Tribunal de Justicia de Estocolmo. Östberg modificó su proyecto inicial con elementos del de Westman, entre los que se incluye la torre. Durante la construcción del edificio, Östberg modificó en continuas ocasiones sus planos, citando por ejemplo la adición del farol en lo alto de la torre, y descartando los azulejos azules de la Sala Azul.
La construcción del edificio se prolongó por un periodo de doce años, desde 1911 hasta 1923. En total se usaron casi ocho millones de ladrillos rojos. Los ladrillos rojos, llamados munktegel (ladrillos de monje) por su uso tradicional en iglesias y monasterios, fueron suministrados por la fábrica de ladrillos Lina, cerca de Södertälje.
El edificio se inauguró el 23 de junio de 1923, durante la celebración del 400 aniversario de la llegada de Gustavo Vasa a Estocolmo. El escritor Verner von Heidenstam y el Primer Ministro Calmar Branting fueron los encargados de los discursos de inauguración. Son casi las doce de la mañana cuando termina la visita guiada para un grupo de españoles. Me propongo subir a la torre aledaña. Debo esperar hasta la una para acceder. Exploro los alrededores. Estoy en uno de los enclaves más hermosos, con vistas espléndidas de la ciudad. Las completo cuando subo a lo más alto de la torre. Me encanta ver a las urbes desde sus alturas. He subido cientos escalones durante mis viajes por el mundo, desde los de la torre de la Catedral de Colonia o de otras muchas catedrales, hasta una pagoda china o el Empire State de Nueva York. Son experiencias únicas que a veces hacen sudar, pero reconfortan al culminarlas. Supongo que algo parecido sentirán los alpinistas o montaneros al escalar montañas y llegar a sus cumbres.
Es medio día cuando me dirijo a la isla de Sodermalm, que fue un barrio obrero. Allí está el Museo de la Ciudad e informan sobre una ruta que recorre los lugares mencionados por Karl Stig-Erland Larsson, en trilogía Milleniúm. Me entusiasmó su lectura e hice una entrada sobre su contenido en este blog. La ruta prevista era en inglés, idioma que no entiendo ni hablo. Además, había que reservar con varios días de anticipación. Desisto del empeño. Me facilitan un mapa por si quiero hacerla por mi cuenta. En cualquier caso visito el museo. Sus salas no entusiasman demasiado, pero bueno, al menos me entero de la evolución de una urbe que resulta muy agradable. Almuerzo en el restaurante del museo un plato compuesto por gambas puestas sobre una rebanada de pan, con huevo duro y vegetales. Tiene un nombre que no recuerdo, aunque con diversas variantes lo he visto en muchos otros restaurantes de la ciudad. Atravieso un puente y de nuevo en Gamila Stan camino por una especie de paseo marítimo llamado Skeppsbron, donde hay embarcaderos, restaurantes y un barco velero que ofrece aventuras marítimas. Regreso al hotel.
Jueves 28-7-2011.
Muy temprano me dirijo a la plaza de Gustavo Adolfo, en cuyo centro hay una estatua ecuestre y en un lateral se sitúa el edificio de la Opera de Estocolmo. Me propongo hacer el llamado Gran Tour, recorrido que incluye autobús y barco. Su precio unos 50 euros. Es la única forma de llegar a lugares que serían imposibles de ver con el poco tiempo disponible, incluidos los alrededores de Estocolmo. Luego el barco lleva por lagos, canales, esclusas y esto permite comprender mejor una ciudad que esta formada por muchas islas unidas por numerosos puentes. Merece la pena hacer este recorrido, a pesar de su coste. Lo recomiendo a cualquier visitante de Suecia. Una vez concluido, llego con tiempo para visitar por dentro dicho edificio de la Opera, donde guías lo enseñan hablando inglés. No me enteré de lo que decían. Era igual. Pude ver los camerinos, el patio de butacas y sobre todo el escenario. Esto se añade a mis visitas a otros teatros similares, como el de Nueva York, Viena o Sevilla. No disfruto con la ópera, aunque tampoco la desprecio. Al salir, debo darme prisa para ir al Museo Nacional. Recorro sus salas, llenas de cuadros que apenas me entusiasman. Los más interesantes son los de Rembrant. La pintura española está escasamente representada, con obras de El Greco, Rivera y algún Zurbarán. De regreso al hotel paso por una calle comercial donde compro regalos y seguidamente me dirijo al llamado Ice Bar. Se trata de una estancia hecha completamente de hielo. Cuesta entrar unos 20 euros que dan derecho a una consumición. El precio incluye usar un enorme abrigo que evita el frío. Es un capricho que satisface una curiosidad, evitable, sin duda. Llego al hotel rendido. Ha sido una jornada muy completa.
Viernes 29-7-2011
Amanece nublado. La lluvia obliga a usar el paraguas. Recorro a pie un largo trayecto hasta llegar al puente, adornado con esculturas de dioses nórdicos, que une Ostermalm con Djurgarden. Es una isla ajardinada que guarda en su seno a una de las mayores atracciones turísticas de Escandinavia, el Museo Vasa, además del Museo Nórdico, otro museo al aire libre y un parque de atracciones. El Vasa expone al único barco del siglo XVII que ha sobrevivido hasta nuestros días. Con más del 98 % de su estructura original y sus cientos de esculturas talladas, el Vasa es un tesoro artístico y uno de los monumentos turísticos más visitados del mundo El 10 de agosto de 1628, un gran buque de guerra zarpó desde el puerto de Estocolmo. Era el recién construido Vasa, bautizado por la dinastía gobernante, los Vasa. Para conmemorar tan solemne ocasión, se dispararon salvas de honor desde sus cañones. Cuando el buque se deslizaba lentamente hacia la bocana del puerto, una repentina ráfaga de viento comenzó a soplar. El Vasa se escoró, pero logró corregir su rumbo. Una segunda ráfaga golpeó el costado del barco. El agua comenzó a entrar por las cañoneras y el Vasa se fue a pique. Al menos 30 miembros de un total de 200 que componían la tripulación se ahogaron. El Vasa tardaría 333 años en volver a ver la luz. Es impresionante ver reconstruido algo tan hermoso que pudo perderse. Además del barco, el museo contiene ambientaciones de la época del hundimiento. Una película permite ver todo el proceso del reflotamiento y reconstrucción del buque. Suecia puede sentirse orgullosa de tan arduo trabajo. No lejos estaba en Museo Nórdico, creado a principios del siglo XX, cuando estaban unidas Noruega y Suecia, para exponer objetos escandinavos pero que con la separación de ambas naciones quedó en aguas de borrajas, tras apropiárselo el nacionalismo sueco. El nombre es más pomposo que real por su contenido. No me gusto nada la visita, mucho diseño tipo Ikea y alguna que otra cosa interesante como las referencias a la tribu de los sumi, habitantes cercanos al polo norte. Quise explorar un poco el resto de Ostermalm y esto me llevó a las puertas del parque de atracciones Tívoli. Frente al él almorcé en un restaurante de comida rápida. Hacia calor tras alejarse las nube mañaneras. Cogí un tranvía que me llevo a Travelplan, una céntrica plaza de la zona de Ostermalm, desde donde fui caminando por la larga avenida Karlavagen hasta llegar primero al parque Kungliga Humlegarden, después a una concurrida plaza llamada Stureplan para desembocar junto al Teatro Nacional situado en Nybroplan. Me senté en un parquecito, tras hacerle fotos a la estatua dedicada allí a Ericsson. L. M. Ericsson comenzó su camino como trabajador en varias fábricas, parte en su natal Värmland, parte en Estocolmo. Tras una estancia en el extranjero como estudiante becado, creó un taller en 1876 para fabricar instrumental matemático y físico. Este fue el mismo año en el que Bell patentó el teléfono. Ericsson comenzó a los pocos años a fabricar aparatos telefónicos, sacando al mercado en 1878 los primeros aparatos telefónicos construidos por él. Pronto su inventiva se hizo conocida en los mercados mundiales. ¡Qué haríamos hoy sin su invento! Hoy he caminado muchísimo y llego rendido al hotel.
Sábado 30-7-2011
Temprano acudo al muelle cercano al Ayuntamiento para hacer una especie de crucero en barco que me llevaría al Palacio Real de Drottningholm, residencia de la Familia Real sueca. Precio del tikek unos treinta euros, incluido la visita al interior palaciego, a sus jardines y a un pabellón chino allí existente. El palacio toma su nombre en 1580, durante el reinado de Juan III de Suecia. El rey había decidido construirlo para su esposa la reina Catalina Jagellón. Drottningholm significa literalmente Islote de la reina.
En 1661 el palacio pasó a manos de la reina Eduviges Leonor, y se incendió el 30 de diciembre del mismo año. La reina entonces encargó su reconstrucción al arquitecto Nicodemus Tessin, quien no pudo concluir la obra, dejándola a su hijo Nicodemus Tessin el Joven. Eduviges Leonor tomaba parte en el gobierno de la regencia del reino a causa de la minoría de edad de su hijo Carlos XI, y planeó la creación de un edificio fastuoso acorde con el papel de gran potencia que había adquirido Suecia en Europa tras la Paz de Westfalia. La obra de los Tessin estaba influida principalmente por el neoclasicismo de Francia y los Países Bajos.
El palacio fue obsequiado en 1744 a la entonces princesa Luisa Ulrica como regalo de bodas. Durante el tiempo de Luisa Ulrica, el interior fue remodelado y transformado hacia un estilo rococó francés. En 1762, el teatro del palacio, relativamente modesto se incendió, y la reina Luisa Ulrica decidió construir uno nuevo de gran fastuosidad, conservado en perfecto estado actualmente es una de las joyas del teatro barroco donde se realizan representaciones con la maquinaria escénica original -ver Teatro de Drottningholm. Así mismo, se construyó un ala para contener la biblioteca y una galería de retratos. La reina vendió Drottningholm al estado sueco en 1777.
Por mucho tiempo, permaneció en un relativo abandono y el deterioro fue patente durante el siglo XIX. Entre 1907 y 1911 se realizó una restauración significativa, que comprendió electricidad, drenaje, red de agua y calefacción. A partir de 1977 se comenzó otra restauración artística del palacio, que ha concluido en 2002.
Desde 1981, el Palacio de Drottningholm es una de las residencias oficiales de la familia real sueca. Se encuentra en la lista de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde 1991. El parque se encuentra abierto al público. Primero recorrí este parque, que me recordó a los jardines de Versalles, aunque más modestos, o los del segoviano Palacio de la Granja. Los monarcas europeos, lo pude comprobar en mis visitas a otros palacios reales, quizá sentían envídia de de la fastuosidad versallesca. La tomaron como modelo y quisieron tener salones de los espejos, capillas suntuosas o jardines con fuentes y estatuas de personajes mitológicos. En Drottningholm ese esquema se repite. Como en el palacio real de Estocolmo este palacio sabe a rancio, a siglo XVIII. No sé donde tienen sus habitaciones la actual Familia Real sueca, pero desde luego no me la imagino viviendo en las dependencias que se permiten visitar a los turistas. Un pabellón chino completó la visita. Fue un capricho que regaló un rey sueco a su esposa. Como hace poco tiempo estuve en China, sus muebles y decoración me hicieron recordar a tan sugerente país. He visto salas reales con motivos chinos en Viena. Quizá se pudo de moda entre la nobleza europea tener algo tan exótico en sus lujosas residencias. Terminada la visita, el barco me llevó de vuelta a Estocolmo. Una vez desembarcado, me dirigí a la ciudad vieja. Entré de nuevo en la Catedral. Allí cumplir mi deseo de fotografiar a la maravillosa escultura de San Jorge. Me deleité de nuevo viéndola. Luego en un restaurante comí el delicioso salmón nórdico. Seguidamente caminé otra vez a hacia Sodermalm. No quería irme de Estocolmo sin subir a un mirador allí existente e intentar conocer algún lugar relacionado con la antes mencionada trilogía Millenium. Cumplí ambos objetivos. Desde el mirador se puede contemplar espléndidas vistas de la ciudad y mediante una rampa se accede a la plaza donde Larson sitúa a la singular Lisbeth Salander tomando una cerveza. No era mucho, pero algo es algo. Mi tiempo no daba más. Inicié el regreso al hotel, preparé la maleta y un tren rápido, el Arlanda Express, me llevo al aeropuerto. Eran las 11 de la noche y mi vuelo con Spanair salía a las 2,10 de la madrugada del día 31. Esperé lo necesario, volé hasta Madrid y en el AVE regresé a Sevilla. Era domingo, deshice el equipaje, comí huevos fritos con chorizo y descansé de un viaje tan interesante e intenso como el que durante una semana había realizado.

Nota: Buena parte del texto alusivo a datos sobre Escocolmo, sus museos o sus personajes procede de Wikipedia y otras Web de Internet. Mi trabajo ha consistido a aunar esa información con mis vivencias en tan hermosa ciudad.