Escribir un libro supone un fenomenal esfuerzo que los posibles lectores no tienen obligación de apreciar, pues sólo el resultado final les importa. Quien se mete en la aventura de escribir debe resignarse a soportar todos los inconvenientes de ejercer este oficio, que son muchos, pues un escritor se puede llevar dias, semanas, meses y a veces años pariendo un libro, sin que en muchos casos sepa si se va a publicar o si acabará en el famoso cajón que guarda lo escrito y luego postergado por diversas circunstancias.
Decia Larra que escribir en España no es llorar, es morir. En una web de Internet se puede leer: Rosa Chacel tuvo que pedir ayuda a su hijo. Gabriel Celaya pasó bastantes apuros en sus últimos años. Y estos escritores eran conocidos. La lista de quienes no lo son tanto es interminable. Algunos lo han pasado mejor por su situación social.
Existen, pues, muchos testimonios de las peripecias vividas por los creadores literarios. Uno, cuando escribe, sueña con publicar lo escrito, pues desea comunicarse con los demás y tener éxíto, pero cuando se termina de escribir una obra vienen las dificultades. Hay que encontrar un editor y luego vivir una serie de peripecias para dar a conocer el libro. En ambas circunstancias el escritor sufre, pues las editoriales suelen poner condiciones draconianas a los autores, después la ley del mercado se impone, los libreros tienen que vender y sitúan en sus mesas de novedades los libros que les hagan ganar dinero, algo lógico desde un punto de vista material, pero fulminantemente descorazonador para las autores poco conocidos.
He vivido en varias ocasiones tal situación y sólo mis libros sobre Sevilla lograron supervivir varios meses en esas mesas repletas de “flores de un dia”. Esto me hace pensar que debería dedicarme sólo a escribir sobre temas sevillanos, pero mi vocación literaria es una vocación con deseos de universalidad, lo prueban mis novelas
Tengo claro que escribir para mi es algo esencial. Desde niño he querido ser escritor y he luchado y lucho a diario por superarme, sabiendo de antemano que no dispongo de armas suficientes para vencer en esta batalla constante conmigo mismo y con las circunstancias que me rodean.
No me siento valorado, a veces se me discrimina en ciertos ámbitos literarios, donde tantos buenos amigos tengo. Sin embargo, debo comprender que otros escritores son más importantes que yo, por eso los tienen en cuenta, y por tanto debo seguir luchando hasta el final de mis días para que como decía el poeta Blas de Otero: “Si me muero, que sepan que he vivido”.
Dispongo de una gran imaginación y mi eterno deseo por aprender lo adopté de mi admirado Jorge Luis Borges, universalista nato. Además, tengo mucha fuerza de voluntad y pongo todas mis energías cuando me empeño en algo. Estas son las bases para construir mi edificio literario.
Fruto de ellas es mi nuevo libro, titulado SEVILLA EN
Mientras tanto, sigo escribiendo la segunda parte de
Me gustaría que
De momento mi libro SEVILLA EN
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