lunes, 4 de enero de 2010

UN PERRITO DE PELUCHE LLAMADO LUKY (CUENTO INFANTIL)

Estaba en la tienda de Ikea en Santa Cruz de Tenerife. Allí llevaba mucho tiempo sin que nadie se fijara en mí, por lo cual me encontraba triste y me sentía abandonado.

Creía que mi existencia se limitaría a ser un simple perro de peluche, sin dueño y sin posibilidad de jugar con algún niño o niña que me quisiera adoptar.

Ve veía condenado a una vida sin alicientes, encerrado siempre en aquellas enormes naves llenas de productos de Ikea. Esos sentimientos se transformaron cuando, de pronto, el abuelo de una niña de ocho años me cogió para enseñarme a su nieta mientras me movía y ponía palabras que simulaba ser pronunciadas por mí. Eso hizo sonreír a la niña e inmediatamente me cogió entre sus brazos, me abrazó y me llevó junto a su madre que con un carrito compraba cosas en la tienda.

Yo sentía, al notar cerca a la niña, una alegría infinita y me decía a mi mismo que sería comprado por el abuelo o por la madre y después me llevarían a un hogar donde formara parte de una familia, donde la niña, que tenía dos hermanas menores que ella, una de seis años, que se había quedando jugando en la sección infantil mientras su familia compraba, y otra de un año recién cumplido, pudiera tenerme en su habitación, junto a sus otros juguetes o muñecas, alejándome así de la frialdad de los expositores comerciales de Ikea y de la y tristeza que sentía en ellos.

Mi alegría estando con la niña aumentó cuando, riéndose, me enseñó a su hermana menor y ésta, que como era un bebé iba en un carrito llevado por su madre, se puso a sonreír cada vez que me acercaban a su carita.

─Ya tengo dos amiguitas y pronto tendré tres, cuando me conozca a la otra hermana de esta niña ─me dije a mí mismo.

De esa forma, siempre en brazos de la niña, atravesé aquel sitio lleno de mercancías y fui llevado cerca de la caja para que la madre pagara mi importe y así yo pudiera salir de aquel lugar. Pero de pronto la madre dijo a la niña que me soltara y me dejara en algún lugar, pues no deseaba comprarme.

La niña puso cara de tristeza y obedeciendo la orden recibida me puso sobre un mostrador, mientras el abuelo miraba la escena.

Entonces sentí desvanecerse todas las esperanzas, pues me tendría que quedar de nuevo abandonado. Sin embargo, al instante el abuelo, quedándose un poco rezagado, se acercó a donde yo estaba y mirándome a los ojos me cogió.

Yo le dije con la mirada que me llevara con él y con sus nietecitas. Al instante, quizá porque comprendió mi mensaje, preguntó a una señorita cajera cual era mi precio y tras pagar nueve euros me sacó de Ikea llevándome escondido a sus espaldas para que nadie pudiera verme, pues quería darles una sorpresa a las niñas cuando todos los presentes salieran a la calle.

En el exterior, la madre de la niña, sus dos hermanas y una abuela que también les acompañaba, esperaron hasta ver al abuelo junto al coche en que todos regresarían a Santa Cruz de Tenerife.

Antes de ponerse en marcha el vehículo, el abuelo que me había comprado, sacándome de donde me tenía escondido, me mostro a su familia y sentí latir mi interior cuando de nuevo la niña me tuvo entre sus manos, me dio un beso y me hizo feliz, mientras ella también lo era.

Al instante el abuelo propuso llamarme “Perico”, pero la niña quiso llamarme “Luky” y enseguida ese nombre gustó a todos y me fue impuesto mientras, ya con el coche en marcha, di mudas gracias a quienes me llevaban con ellos.

Poco después llegamos al hogar familiar de la niña y pude ver un árbol de Navidad situado en el salón, y luego un dormitorio infantil con dos camas, donde dormía la niña y una de sus hermanas, lleno de juguetes esparcidos en el suelo y colgados en las paredes.

Al instante la niña me puso en una cunita de unas de sus muñecas, me tapó con cariño y llamando al abuelo le dijo que allí, en aquella habitación, dormiría yo junto a dos niñas y cientos de otros seres inanimados que les servían para jugar.

Ahora mis sueños se han realizado. Ya nunca más estaré en las estanterías de una tienda, ni me encontraré solo, me llevaran a donde la niñas vayan con sus padres y tendré un hogar durante el resto de mi vida.

¡Qué feliz soy!


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