Ayer sábado, día 6 de marzo, visité con unos amigos de Nuevo Sábado Club las instalaciones que el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) tiene en la sevillana isla de la Cartuja, donde se restauran obras de arte procedentes de diversos lugares de Andalucía.
Una eficiente guía nos mostró los talleres que sirven de clínicas para curar las patologías dejadas por el tiempo en tapices, papeles, esculturas, cuadros y otros valores artísticos andaluces, aplicándole allí los remedios curativos que procuren su supervivencia.
Lo más impactante de la visita fue ver dos crucificados tendidos para recibir terapias de manos de sus restauradores, y sobre todo contemplar los trozos de madera, sólo con una cara pintada, que representan a Santa Ana y a su hija, la Virgen María, en el retablo de Pedro de Campaña perteneciente la trianera parroquia de Santa Ana.
Fue demoledor observar desnudos aquellos trozos, despojados de los ricos ropajes y coronas con que la religión católica los muestra pomposamente en un altar mayor de Triana, donde son objeto de cultos, de pretextos para celebrar verbenas, procesiones, o reciben oraciones de sus fieles.
El choque entre la realidad de cuanto veíamos y el recuerdo de una ficción inventada para alimentar la fe me hizo reflexionar. Teníamos prohibidas las fotos, pero estando allí, ante unas figuras de madera tan reales y poco llamativas, la mente volaba hacia imágenes que desde hace siglos nos muestran a dos señoras vestidas con ricos ropajes, enjoyadas con coronas y otros valiosos adornos. Visitar ahora el IAPH es una ocasión única para contemplarlas así, desnudas y sin ambages, y los trianeros no deberían perdérsela para salir de ese encantamiento que sienten hacia su “seña” Santa Ana. Quizás a más de uno se le caería el chaleco al verla tal cual es.
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