En Cataluña se ha iniciado el primer movimiento social importante contra la celebración de corridas de toros en el territorio español.
El pasado mes de diciembre, una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), avalada por 180.000 catalanes, fue aceptada a trámite en El Parlament, para su debate, gracias a una diferencia de 8 votos entre los votos en contra y los votos a favor. Tal resultado demuestra que la sociedad catalana es plural, y al mismo tiempo que los nacionalistas inclinaron la balanza a su favor. Sospecho que éstos no actuaron sólo para evitar el maltrato a los toros bravos, sino también para ir quitando huellas españolas en el territorio que defienden como suyo y de nadie más.
Han pasado pocos meses y ya se debate dicha ILP, declarando ante los parlamentarios catalanes los que tienen filias hacia la llamada “Fiesta Nacional”, entre ellos el apoderado del torero José Tomás, que llena la plaza cada vez que torea en Barcelona; o fobias, expuestas por un prestigioso filósofo y catedrático de Ética.
Aún no sabemos el resultado final del debate o si José Tomás y otros toreros podrán volver a torear en Cataluña, pero en el resto de España se está reaccionando políticamente y varias Comunidades Autónomas, gobernadas por el PP, han declarado “Patrimonio Cultural” a las corridas de toros, supongo que ese camino lo seguirán en breve otros gobiernos autonómicos, quizás para defender una fiesta que puede gustar, o no, pero que está llena de matices entroncados en la cultura española y mediterránea, como lo demuestran los ritos atlantes narrados por Platón, en los cuales un toro era sacrificado. o el rapto de una mujer tiria, llamada Europa, tras convertirse Zeus en un toro blanco; o las esculturas, cuadros, poemas, novelas y otras muchas obras de arte conservadas en los museos y bibliotecas de países europeos y otras partes del mundo. Por tanto, los toros no son sólo motivo de festejos que mueven muchísimo dinero en España, Hispanoamérica y el sur de Francia, sino también un eco de nuestros ancestros que los dibujaban en pinturas rupestres, o se divertían lanceándolos en las plazas públicas de las ciudades castellanas antes de construirse los inmensos cosos taurinos hoy existentes. Tanta es y ha sido su fuerza, que ni aún la Iglesia católica, mandona espuria en España durante siglos, logró terminar con las aficiones taurinas del pueblo español, a pesar de haberlo intentado en varias ocasiones.
Sin ser militante del ecologismo, comprendo la sensibilidad de quienes defienden a los animales, aunque la vida de lujo de los toros bravos mientras pastan en las dehesas, donde son cuidados con esmero, bien la quisieran disfrutar, por ejemplo, los animales cazados en los costosos safaris organizados en África, o los venados muertos en las cotos de caza de Sierra Morena, de todos los cuales también debería ocuparse El Parlament, pues los leones, guepardos, hienas. elefantes, jabalíes o ciervos tienen tanto derecho a vivir como nuestros toros bravos, y como dice el refrán: “O todos moros o todos cristianos”. Pero los catalanes no debatirán sobre eso porque no son símbolos de España y por tanto no les interesa perder tiempo en la defensa de unos bichos que se buscan la vida como pueden.
He visto muy pocas corridas de toros a lo largo de mi vida, tampoco me gusta ver la sangre y cuando me hacen análisis miro para otro lado mientras me la extraen, pero no soy anti taurino, ni anti nada.
No me gusta que los políticos prohíban cosas, ya Franco nos prohibió demasiado. Por todo ello, y por el bagaje cultural que representa todo lo taurino, prefiero que se sigan celebrando corridas de toros, aunque opino que debería limitarse su número de forma racional y sin leyes prohibitivas. Así se encontraría una solución a este asunto: los aficionados podrían seguir divirtiéndose, y aburriéndose a veces en los cosos taurinos, porque hay corridas que son auténticos tostones, y los defensores de los animales obtendrían una satisfacción para sus demandas. Estamos en épocas de pactar. A lo mejor alguien de Cataluña lee este texto en Internet y asume mi opinión. La doy gratis, pero soy consciente de que hay mucha política por medio y como contra eso nada puedo hacer. Sentiré ver quitar al toro de Osborne de las carreteras catalanas, si aún queda alguno en ellas, y le diré a mi amigo Platón que desde el Olimpo lea por videoconferencia sus Diálogos en El Parlament, a ver si le escuchan como lo hacía en el siglo V aC. su tío Critias, gracias a lo cual sabemos que en el parlamento atlante no había debates sin antes derramar sangre de toro, entroncando así la política con los toros.
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