domingo, 14 de marzo de 2010

LA SIESTA: “YOGA IBÉRICO”, “NIRVANA NACIONAL” Y POSIBLE BIEN DE INTERÉS CULTURAL


Opino que una de delicias de la vida cotidiana es echarse una buena siesta, o siestecita, como la llaman algunos.

Tomarse un aperitivo sobre las 13 horas, en casa, saboreando tapas de mariscos u otras delicias compradas en supermercados, sin bullicios de bares y preparadas por uno mismo. A las 14 horas almorzar, sin prisas, mientras de ven las noticias de Canal Sur. Más tarde, una vez saciado el apetito, lo que apetece es tenderse, el cuerpo lo pide a gritos y debemos atender su requerimiento porque de lo contrario estaremos con cierto malestar, como si nos faltara algo. Una vez tendido en la cama, reposando con tranquilidad, un suave sopor se va adueñando de nuestro ser, proporcionándonos un placer tranquilo hasta conseguir quedar totalmente relajados. El sueño, o a veces la dormivela, unos días de más duración y otros de menos, según el tiempo disponible, culminara el proceso para dejarnos como nuevos, llenos de energía positiva y dispuestos a terminar la jornada enteros, descansados.

Camilo José Cela llamó “Yoga Ibérico” a la siesta. El premio Novel gallego decía, además, que se debía disfrutar con “pijama, Padrenuestro y orinal”. Algo exagerado fue Camilo en poner tantos requisitos, la cosa es muchísimo más sencilla, pues cuando las colores aprietan, o el frío provoca tiritones, nada hay mejor que tenderse al medio día en una cama y transportarnos a un cielo cercano y delicioso, sin orinales ni padrenuestros que valgan. Yo la llamaría “Nirvana Nacional”, exportada a varios países para ser practicada por personas sabías y necesitadas de cargar sus pilas vitales, Winston Churchill o Albert Einstein no eran tontos y por eso amaban sus descansos siestiles para relajar sus privilegiadas mentes. Según se define en Google: Nirvāa es una palabra sánscrita que se puede traducir como ‘desatar’ (en referencia a los nudos de la mente), o como extinción, calma, quietud, desaparecer, cese, soplo de una vela (en donde la llama representa las pasiones incontroladas y se apaga). Se utilizaba comúnmente para designar un enfriamiento de algo, por ejemplo de la comida. Magnifica definición que confirma cuanto estamos diciendo sobre la siesta.

Ahora un abogado, Daniel Dorado, quiere ir más allá del mero disfrute nirvánico y ha solicitado en Madrid que la siesta se declare Bien de Interés Cultural (BIC). Apoyo totalmente tan inteligente iniciativa y seguro que también la apoyarán otros muchos españoles, además de los hoteles que desde hace tiempo ofrecen habitaciones sólo para dormir la siesta.

La cosa no es baladí, pues si se aprobase podría suceder que las empresas asumieran dar tiempo a sus empleados para dormir un rato en sus lugares de trabajo e incentivar sus rendimientos laborales. De hecho, en algunos países orientales ya lo hacen.

En cualquier caso, se declare BIC o no a nuestra amada siesta diaria, ella seguirá formando parte de nuestra vida como algo imprescindible, necesario e irrenunciable.

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