miércoles, 23 de junio de 2010
MIS POSIBLES ORÍGENES MÍTICOS Y MI NOMBRAMIENTO COMO SOCIO DE HONOR DEL ATENEO POPULAR: UN BESO QUE ME DA SEVILLA
Tengo declarado en algunos de mis libros que Sevilla es mi ciudad-novia.
Comencé a enamorarme de ella siendo niño, cuando en mi pueblo oía unas charlas radiofónicas que Santiago Montoto de Sedas hacía en Radio Sevilla. Entonces se inoculó un germen en mi interior que me hizo desear vivir en esta ciudad.
En 1961, teniendo 17 años, conseguí mis deseos de venirme a Sevilla. Desde entonces no me separé de ella. Aquí tuve descendencia, prosperé con mi trabajo y escribí todos mis libros publicados e inéditos.
Al llegar tuve la suerte de alojarme en la antigua Casa de la Contratación de Indias, cerca de la Puerta Jerez, y de que junto a mi litera hubiese un ventanuco, que aún existe, desde donde todos los días podía ver el Patio de la Montería del Alcázar sevillano, con sus buganvillas en flor, con sus piedras milenarias, con sus yeserías… Eso fue algo mágico que me hizo enamorarme definitivamente de Sevilla.
A veces me he preguntado por qué me ocurrió ese enamoramiento. Siempre es bueno preguntarse de dónde venimos y a donde vamos. Después de mucho pensar, mis intuiciones me dicen que viene de dejos, que mis querencias por la antigua Híspalis y su barrio de la Puerta Carmona se remontan al año 45 aC. cuando Julio César recibió del oráculo hispalense la orden de que debía matar a un hijo suyo, llamado Cayo Mundensis, si quería refundar aquí, con el nombre de Julia Rómula, una ciudad hermosa y próspera.
Julio César aceptó el reto. Iba a degollar a su amado vástago Cayo que había tenido con la tierra de Munda, pero su lugarteniente, llamado Bogud, sustituyó al hijo de César, tapándolo con una túnica, por otro propio llamado Baeto. El suceso ocurrió junto a la Puerta Carmona, donde se puso un monolito, llamado “Piedra Julia Rómula”, sobre la cual cayó la sangre del degollado joven Baeto, en cuyo nombre Andalucía comenzó a llamarse La Bética, en lugar de Turdetania.
Hay una prueba de que Julio César estaba en Híspalis el 27 abril del año 45 aC., fecha de la fundación, porque desde aquí escibrió una carta a Cicerón y éste la publico después en sus libros.
De esta forma Baeto fue sacrificado, en vez de Cayo Mundensis, para que César refundara Hispalis y la ciudad se convirtiera, gracias a aquel sacrificio y por deseos de los dioses, en la espléndida urbe que hoy conocemos.
Cayo Mundensis regresó, en secreto, sano y salvo a Munda. Alli vivió y se reencarnó muchas veces hasta llegar a la época actual que, según mis intuiciones, lo hizo en mí. Por tanto, de ser eso cierto, yo sería descendiente de Julio César y de Munda, lo cual explicaría mis conocimientos sobre lo ocurrido en la célebre batalla allí ocurrida el 17 de marzo del año 45 aC.
Explicaría también mi afán por escribir la epopeya mitologíca de Andalucia, así como mis querencias hacia la zona de la Puerta Carmona donde Cayo Mundense fue salvado.
Y por supuesto explicaría por qué quise vivir siempre en Sevilla, mi amor por ella y mis deseos de engrandecerla escribiendo sobre su historia y sus leyendas.
Todo esto puede parecer fantasioso e incluso risible para algunos, pero son intuiciones afianzadas a través del tiempo y no las digo por primera vez.
En mi libro Los Idus de Munda, publicado en 1984, ya atisbé el asunto, y en mi otro libro titulado El Corazón de Sevilla (2005) narré la historia de mis orígenes míticos.
La clave para conocerlos me la dio Alonso Morgado, quien en un texto escrito en 1587 describe lo que en abril del 45 aC. el oráculo impuso a Julio César, en una ciudad pompeyana como era entonces Híspalis
Seguramente Cayo Mundensi fue aficionado a escribir, virtud heredada de su padre. Como tal tendría fácil acceso a archivos milenarios, hoy desaparecidos, relacionados con las tribus habitantes del actual sur español y portugués, territorio que ocupó el reino de Tartessos. Los datos e historias que leyó, se imprimieton en sus genes, estuvieron ocultos hasta que, haciendo válidas las teorías del filósofo e historiador norteamericano Mercia Eliade, se dieron las circuntancias para que yo pudiera verter aquellos datos en mi novela La Andaluciada, cuya segunda parte escribo ahora y yo mismo me asombro de cuanto contiene el primer borrador escrito en los años ochenta del pasado siglo. ¿De donde obtuve tantos nombres integrados en numerosas genealogías, o cómo supe detalles asombrosos sobre antiguos príncipes y reyes anadaluces? La respuesta sólo la encuntro en que fui escogido para revelarlos en este siglo XXI, tal vez en el año 2012, coincidiendo con lo previsto en las profesías mayas, tras sufrir numerosos parones a lo largo de los últimos treinta años.
Mi amiga, la escritora hispano-venezolana Lídice Pepper dice que tengo cabeza de romano. Un día la llevé para que viera los mundenses Llanos de Vanda, donde tuvo lugar la batalla que daría a César el control del mundo romano, cuyas tropas vencedoras ayudaron a reconstruir las murallas híspalenses.
Cuento todo esto, porque hoy 23 de junio de 2010 (2055 años después de lo ocurrido a Cayo Mundemsis) me han nombrado Socio de Honor del Ateneo Popular de Sevilla. Es el primer reconocimiento que recibo en mi ciudad-novia y por tanto también significa un beso que ella me da.
Espero que algún día (lo digo sin falsas modestias) me dé muchos más besos nombrándome hijo adoptivo, poniendo mi nombre en el callejero sevillano y todo lo que quiera ofrecerme será bien recibido.
Es mi ciudad-novia y sus besos en forma de reconocimientos saben a gloria.
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