Llevo un mes sin ocuparme de este blog. Sé que algunos amigos me siguen. También lo hacen personas desconocidas, anónimas, como lo prueban las 4300 visitas registradas en los catorce meses de su existencia, ya que nació en noviembre de 2009.
Sin ánimo de justificarme por mi aparente falta de interés, deseo explicar que no hay tal desinterés, sino que mi ausencia del blog se debe a mis actuales elevadas “fiebres creativas”. Son calenturas muy singulares que sentimos quienes nos dedicamos a escribir. Ellas te atrapan a todas horas durante el día, la noche e incluso de madrugada. Influyen para que en el pensamiento sólo exista una idea fija: escribir, crear, dedicación absoluta a la escritura, a la obra que te atrapa alma y cuerpo. Te convierten en una especie de “sombi” para perder la noción del tiempo y del espacio, trasladándose tal estado de ánimo a las relaciones con los demás, a lo forma despistada de ir por la calle porque llevas la mente ocupada con las “musarañas” brotadas de tu obra. A pesar de todo eso, es fantástico sentirse invadido por algo que llega, sin esperarlo, te secuestra y luego te deja, cuando llega el periodo infértil de la mente, para volver otra vez si se comienza a trabajar en un nuevo un libro y se pone el alma en el empeño.
Experimenté tal situación muchas veces, mientras escribía mis libros publicados. Ahora la culpa la tiene “LA ANDALUCIADA”, un proyecto literario que tiene como objetivo crearle una epopeya escrita a Andalucía y al pueblo andaluz y al cual me referí en otras entradas anteriores. Sin duda esa novela ha marcado mi existencia, por varios motivos a veces ya descritos. Le cogí incluso miedo, tras publicarse su primera parte en 1991. Por fin, a comienzos del 2010, conseguí liberarme de muchas aprensiones sentidas durante veinte años y reanudé la redacción. He tenido que convertir en archivo informático las páginas ya publicadas, escaneándolas una a una; luego uní los siete capítulos dispersos y le agregué otros catorce procedentes de textos tecleados en mi máquina de escribí “oliveti” durante los años ochenta del pasado siglo. Seguidamente me puse a corregir los más de quinientos folios acumulados y en eso estoy ahora ocupado, como si fuese un monje, sin apenas salir de casa y excrutando cada letra, cada palabra, cada frase, cada párrafo. Un trabajo de “chinos” que no podría realizar sin esa “fiebre” cuyo síndrome antes trato de explicar.
Por lo demás, pasé las navidades con la familia en Santa Cruz de Tenerife, luego comí las uvas en Sevilla, he pronunciado una conferencia el pasado día 13 de enero en el Casino Militar sevillano y a veces voy a actos culturales en el Ateneo, del cual soy socio.
Aún me quedan al menos dos años de trabajo. Espero que la “fiebre” se mantenga activa. Ella es ahora mi motor
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