miércoles, 1 de agosto de 2012

ISLAS GRIEGAS: MI VIAJE AL ENCUENTRO CON LOS DIOSES

 Desde siempre quise ir a las islas griegas y contemplar de cerca el Mar Egeo. Mi afición por la mitología, derivada del proyecto literario LA ANDALUCIADA que me ocupa  desde hace treinta años con la intención de dotar a Andalucía de una epopeya escrita, me hizo estudiar todas las mitologías existentes en nuestro planeta y con más profundidad la mitología griega, al ser la más cercana a nuestra cultura mediterránea y la que fundamenta buena parte de la civilización occidental.
Tras visitar la Grecia continental a finales de los años noventa del pasado siglo, con estancias en Olimpia, Delfos, Salónica o Atenas con su Partenón,  por diversos motivos fue aplazando este viaje al territorio insular griego hasta que el pasado mes de marzo decidí realizarlo, para lo cual recabé información en agencias de viaje y ninguna de sus ofertas satisfacía mis deseos de visitar lugares mitológicos sin los agobios que imponen los grupos organizados para turistas. Mediante Internet solucioné el asunto. Diseñé un recorrido a medida, con vuelos en avión, ferry y hoteles ajustados a mi presupuesto y cuanto deseaba conocer. De esta forma, el pasado día 26 de junio inicié el periplo narrado a continuación.

Martes 26 de junio 2012.-      El vuelo de Sevilla a Creta, ofertado por la compañía Vueling, salió del aeropuerto hispalense a las 19,30 h. para tras hacer escala en Barcelona llegar al aeropuerto de Heraklión, capital cretense, a las cuatro de la madrugada. Como a esa hora no funcionaban los autobuses urbanos, cogí un taxi y sobre las cinco ya estaba en mi habitación del Hotel Athinaiko, cómodo y funcional, que elegí por situarse cerca del puerto y del centro de la ciudad.

 Miércoles 27 de junio 2012.- Temprano y guiado por un mapa obtenido en el hotel, me lanzo a descubrir la capital isleña donde residiré los próximos días. Mi primer objetivo es visitar el Museo Arqueológico, al que llegué preguntando aquí y allá tras atravesar la espaciosa plaza Elefterías que centra la vida de la ciudad. Estaba cerrado y debí esperar un buen rato. Lo visito despacio y saco fotografías, pero no descubro al Disco de Festos pues entonces creía que estaba expuesto en Festos, donde se encontró en 1908. Este despiste lo comprobé cuando ya fuera del museo lo vi en un escaparate ofrecido como souvenir, al haberse convertido en símbolo de Creta. Decidí volver otro día para verlo, pues era uno de mis objetivos en este viaje. Callejeando sin rumbo fijo, llegué al pintoresco mercado de Heraklión, compré algunos recuerdos y  después de pasar por bulliciosas calles descubro la famosa Fuente de Morosini , también llamada Fuente de los Leones. Es  veneciana del año 1628, pero los leones son más antiguos y de forma continúa expulsan agua por sus bocas. Los pilones están decorados con exquisitos bajorrelieves. Se encuentra a sólo tres cuadras del puerto y es un lugar turístico por excelencia, con muchos bares, restaurantes y comercios en su entorno. Al comandante veneciano Franchesco Morosini  también se le debe la construcción de la cercana Logia. Entro en ella. Es un hermoso edificio que recuerda a otros con sabor de Venecia. Sirvió para sede de reunión a nobles y gobernantes. Lo destruyeron durante la guerra, pero a continuación fue reconstruido. No lejos, los venecianos ocupantes de Creta entre los siglos XIII y XVII, también construyeron la primera iglesia dedicada a San Marcos y el Palacio Ducal. Continúo con dirección al puerto por la calle Augustou. Veo una agencia que ofrece excursiones a Cnosos y a la Cueva de Licto, otros de mis objetivos básicos. Por 38 euros compro un billete para ir al día siguiente a esos destinos. Estoy contento por haber solucionado algo que me preocupaba. Ya con el billete en el bolsillo, sigo caminando hasta ver de pronto la impresionante fortaleza veneciana, ahora cerrada por estar restaurándola, a la que me dirijo cruzando un fondeadero de barcos. Hace muchísimo calor. No importa. El encanto del lugar impresiona por su belleza. y nos habla de mitología, haciéndonos recordar al gigante broncíneo Talos, que cada daba día tres vueltas a la isla para defenderla de invasores. Creta fue minoica, romana, bizantina,  musulmana, veneciana, turca, egipcia y desde 1913 griega, tras triunfar el movimiento impulsado por Elefterios Venizelos, cretense de nacimiento y venerado como héroe, teniendo varios monumentos en su patria al ser uno de los políticos griegos más importantes del siglo XX.
Es la hora de comer. Llevo en mi mochila patatas fritas, galletas y manzanas. Localicé a unos pescadores que dialogaban entre ellos mientras lanzaban sus anzuelos. Me senté cerca de ellos en una roca, para oírles hablar mientras comía. De frente tenía el mar Egeo con su azul intenso, a la izquierda Heraklión y detrás la fortaleza veneciana, ingredientes que me hicieron sentir emoción, mientras el idioma griego llegaba a mis oídos. Fue un momento mágico. Uno de los pescadores me preguntó si era italiano, le respondí e iniciamos una conversación gesticular en torno a las victorias de la selección española de futbol en el Eurocopa, terminando ofreciéndole mis galletas que ellos degustaron con agrado. Es la magia de los viajes. De pronto surge la comunicación entre seres humanos, sin importar razas, credos o idiomas. Tras despedirme de aquellos improvisados amigos, seguí caminando para regresar al hotel por una ruta distinta. Quería conocer las estaciones de autobuses y marítima. En los próximos días debía usarlas y necesitaba anotar horarios y destinos de posibles excursiones. Lo bueno de viajar por libre es que se debe improvisar informándose de cuantas posibilidades ofrezca el lugar donde se está. Ya tengo experiencia en eso y procuro planear con tiempo lo que haga. Mapas, horarios y preguntas ayudan a impedir errores. El día siguiente ya lo tenía cubierto con la excursión contratada poco antes en la agencia, pero supe que en Heraklión hay dos estaciones de autobuses, de la que estaba salían con dirección a Chania y Agios Nicolaios. Para ir a Festos debía ir a otra distinta, situada en el extremo opuesto de la ciudad. Poco después entré en el puerto, de donde salen los ferrys para otras islas. También allí recabé información. Ya tenía los datos que iba buscando. Estaba cansado y me dirigí al hotel, donde antes de cenar y acostarme navegué por Internet.            

Jueves 28 de junio 2012.- Salgo muy temprano del hotel. Me dirijo de nuevo al Museo Arqueológico para ver por fin el Disco de Festos. Se expone en vitrina transparente. Siento una gran emoción contemplándolo.  Intento fotografiarme con él pero lo impiden las normas de Museo. Fue descubierto el 15 de julio de 1908 por el arqueólogo italiano Luigi Pernier en la excavación del palacio minoico de  Festos, cerca de Hagia Tríada, al sur de Creta. El propósito de uso y su origen aún no fueron revelados, lo que convierte a este objeto en uno de los más famosos misterios de la arqueología. Algunos autores, entre ellos Blas Infante, lo relacionan con la escritura existente en Andalucía hace miles de años. Si se consiguiera descifrar su misterioso texto en forma de jeroglíficos, despejaríamos esa posibilidad, porque de ser cierta confirmaría la existencia en Andalucía de la escritura milenaria mencionada por el geógrafo griego Estrabón. En cualquier caso, me interesa mucho su conocimiento y lo menciono en LA ANDALUCIADA. Quiero hablar con los responsables del museo sobre la posibilidad de exponer este disco en Sevilla, junto al Tesoro del Carambolo. Visito las oficinas y al no estar el director prometo venir al día siguiente. No lejos de allí está el Hotel Astoria, en cuya puerta un autobús me recogió a las diez de mañana para viajar a Cnosos, la cueva de Licto y un monasterio ortodoxo. Paquete turístico incluido en la excursión comprada el día anterior. La llegada a las ruinas del palacio minoíco de Cnosos fue frustrante. Muchos grupos de turistas de diversas nacionalidades convertían al lugar en una feria poco digerible. Por si fuera poco, las explicaciones de mi guía eran en inglés, idioma que no entiendo. Tuve que conformarme con mirar por mi cuenta aquellas venerables piedras que hablan de laberintos, del Minotauro o de Teseo Ariadna, entre otros personajes míticos. Estremece adivinar cuanto pudo ocurrir allí hace miles de años.  Fue construido hacia el 2000 aC. y destruido por un terremoto antes de 1700 aC., para ser reconstruido después. El palacio tenía 17.000 m2 construidos y más de 1.500 habitaciones. Sufrió destrucciones parciales hacia el 1650 aC. e importantes antes del 1400 aC., cuando fue abandonado para ser luego reutilizado por los dorios y romanos. El arqueólogo británico Evans lo sacó a la luz, tras comprar el terreno. Hoy es el mayor atractivo turístico de Creta.  En este enlace se amplia la información sobre Cnosos  Si algún vuelvo allí, lo haré sólo, o acompañado de alguien afín, para detenerme y disfrutar más de cada detalle. Eso es imposible con un grupo que tiene su horario tasado por agencias, Aquello es un enorme negocio y lo tomas o lo dejas. Al salir del recinto arqueológico y montarme de nuevo en el autobús estaba ilusionado con llegar al Monte Egeo, segunda etapa de aquella excursión. Se iba a cumplir mi sueño de pisar la gruta de Licto, donde Zeus pasó su infancia. Hay que tener muchas ganas y fuerzas para subir una escarpada montaña a medio día, con sol abrazador, pero la fe mueve montañas y el duro oficio del viajero no permite comodidades. Junto a mi grupo de excursionistas emprendo la aventura, me canso, paro, reanudo la marcha. Tengo que llegar, me digo. Alivia ver maravillosos paisajes desde aquellas alturas. Tras un enorme esfuerzo, estoy en la cumbre. El boleto de entrada cuesta dos euros. Ahora toca bajar a la cueva por unos escalones no cómodos. Si difícil fue ascender el descenso no lo es menos. Todo se compensa con la emoción del momento. ¡Estoy aquí! Me dijo a mi mismo. Desconozco los criterios de la madre de Zeus para esconderlo en un lugar tan dificultoso como este, pero triunfó y su hijo no fue comido por Cronos. En cualquier caso vivir en semejante cavidad no debe ser fácil. ¿Cómo se las apañaría el infante que luego fue rey de los dioses para caminar entre tanta cuesta? Claro está, todo fue una invención poética, lo que me enseña algo importante que aplico en mi novela. Primero el escritor elige un sitio, sitúa allí sus personajes míticos, y ese sitio queda mitificado. No hay que partir de lo que ya esté, hay que crearlo de la nada. La magia se impone a la realidad. ¿Quién vendría a esta cueva si la mitología no la hubiera mitificado? Quizá espeleólogos pero no miles de esforzados turistas. Llego al fondo. Me paro para disfrutar el momento. Soy muy feliz. Lo he conseguido. Ahora toca ascender hasta la superficie. Se requieren más  esfuerzos. De nuevo en la entrada respiro hondo. Mi sueño se ha cumplido
De nuevo en el autobús. Queda por ver el tercer destino incluido en la excursión. Se trata de un monasterio ortodoxo. Hay una monja a la entrada que cobra varios euros. No me atrae mucho el lugar. Lo visito con cierta desgana. Reflexiono sobre la fuerza que tienen las creencias religiosas en los seres humanos. La iglesia y otras dependencias de este monasterio guardan ricos objetos de culto. Ocurre siempre en los credos ansiosos de acaparar oro, plata y sobre todo controlar a la gente mediante miedos al más allá. Un cuento ya sabido. Nada puedo hacer contra eso. Solo apartarme de tales manipulaciones y pasar de cuanto digan los dirigentes religiosos.
De regreso a Heraklión y camino del hotel, me adentro de un parque. Hay muchas personas sentadas en mesas, tomando bebidas, mientras escuchan a una cantante. Grecia vive momentos económicos difíciles, pero nada se nota en sus calles, plazas, tiendas y supermercados. La gente consume y consume, Nadie puede impedir que la tradición mediterránea de salir a la calle, disfrutar al aire libre del ambiente y de la vida, se imponga por encima de cualquier circunstancia. Son milenios lo que acumula tal forma de ser. Por mucha Alemania exigiendo austeridad, los “países periféricos” seguirán su ritmo, su sabia forma de entender la existencia. ¿Hay que trabajar para vivir, o vivir para trabajar? Como en todo, lo ideal es encontrar un equilibrio. Me gusta ser más hormiga que cigarra. Planeé mi vida para ser ante todo libre y eso incluía conseguir una economía saneada. Amoldarse a las circunstancias económicas de cada etapa. Esa es la clave. Si ahora puedo permitirme viajar es porque antes me sacrifiqué ahorrando. En cualquier caso, los griegos amantes de disfrute se parecen mucho a los andaluces, lo que me hace sentirlos más cercanos.
Llego al hotel y entro en Internet para ver mi correo y mi muro en Facebook. Es magnifico poder comunicarse en cualquier lugar del mundo con nuestros amigos y familiares. Estamos en la era de las nuevas tecnologías. Me enganché a ellas en 1984 y las domino un  poco. Así me siento más integrado en la época que vivo.
Viernes 29 de junio 2012.- De nuevo voy hacia el Museo Arqueológico, Hago tiempo en su entorno hasta las diez de la mañana, hora en que el día anterior prometí volver para hablar con su director. Esta ocupado y no puede recibirme. Lo hacen dos arqueólogas, con quienes mantengo una interesantísima conversación sobre el Disco de Festos. Con ellas intercambio información y correos electrónicos para mantenernos en contacto. Abrí una puerta al diálogo entre personas interesadas en tal fascinante objeto y me siento feliz. Intentaré fructificar esta entrevista cuando regrese a Sevilla. De momento en una tienda cercana compro una copia fiel del disco, hecha por un acreditado ceramista.  La situaré en mi escritorio en Sevilla, junto a una imagen de Don Quijote. Serán mis amuletos literarios a partir de ahora. 
De nuevo en la calle, me dirijo hacia otro museo dedicado a la historia cretense. Antes de llegar, entro en una iglesia ortodoxa donde celebran cultos. Hay gente dentro. Está dedicada a San Pedro y San Pablo. Es un    enorme edificio restaurado con la ayuda de la Unión Europea. Sentado en un banco escucho cantos religiosos en idioma griego. Viajar supone adentrarse en la vida y costumbres del lugar visitado. Las iglesias, los mercados y deambular por las calles, es un buen método. Procuró comprender sin juzgar nada. En todos sitios cuecen habas, como dice el refrán. Convertirse en espectador, estar atento a la sorpresa ofrecida al volver cada esquina o identificarse con quienes te acogen, enriquece el espíritu. Los ancianos que cantan juntos en esta iglesia denotan camaradería, son pueblo y les une la religión. Mi respeto hacia ellos. Salgo de nuevo a la calle. El museo al que voy está muy cerca. Entro él. La planta baja expone fotos antiguas de hechos ocurridos en Heraklión u otros lugares cretenses. Subo a las plantas superiores. Localizo dos exposiciones temporales dedicadas a escritores cretenses;  Nikos Kazantzakis, autor de Zorba el Griego, y Odiseas Elytis, a quien conocí en Sevilla en 1980 cuando fue traducido al castellano por el poeta José Antonio Moreno Jurado y fui invitado a oírle recitar en el hotel Alfonso XIII. Aún conservo el opúsculo con la firma de Elytis. Me encanta este reencuentro con él, aunque haya fallecido y ahora solo pueda hablarme mediante su espléndida obra poética. Las ciudades y los países necesitan referentes para reafirmar su identidad. Ser profeta en la propia tierra es muy difícil. Quienes lo consiguen pasan el tamiz del tiempo. Me encantaría que me pasara eso. “Si me muero que sepan que he vivido”, dijo Blas de Otero. Trabajo para hacer méritos con mis actividades literarias y ciudadanas, nada más puedo hacer. En cualquier caso lo que me importa es el hoy, disfrutar de cada momento. Lo restante, es aleatorio. No me puedo quejar. En cierta forma soy un privilegiado. Tras fotografiarme junto a Elytis en un cartel, completo la visita al museo. Parece que tiene predilección por muebles de políticos. El ego de éstos aflora en estas salas que mejor deberían exponer obras de arte. Pero bueno, hay debemos respetar lo que hay. Camino hacia la estación de autobuses cercana al puerto. Pretendo viajar a Aghios Nikolaos, capital de la unidad periférica de Lasithi, al este de Creta.. Alberga unos 20.000 habitantes. Es una ciudad turística, tiene un lago de agua salada en pleno centro urbano, donde, según la mitología, se bañaba Atenea. Tengo referencias de su belleza. No me defrauda. Tras llegar, bajo una cuesta conducente al lago. Me siento frente a él en un restaurante para comer pescado. Es maravilloso estar allí, tranquilo, sin prisas, saboreando comida autóctona junto al sitio frecuentado por mi diosa favorita. Cierro los ojos. La veo salir del agua, poderosa, enérgica,  bellísima. Me gustaría gozarla pero es virgen. Nada quiere con el sexo. La adentro en mi ser,  la alabo. Ella me sonríe y se marcha en una nube camino del Olimpo. Adíós, amiga Atenea, adiós. Siempre estarás conmigo, aunque huyas cuando trate de amarte.  Termino el almuerzo y voy hacia el puerto de la ciudad. Turistas por todos lados. ¿Dónde está la crisis? Para nada se la vé por aquí. Tomo café sentado en una terraza desde la que contemplo paisajes espl  éndidos. Hay costumbre de beber cafés largos en vasos de plásticos mediante una pajita. Me alegro de haber venido. Nadie debería irse de Creta sin visitar Aghios Nikolaios. Aún me esperaba lo mejor. Tras caminar un rato descubro la maravillosa escultura de Zeus-toro raptando a Europa. Una sorpresa en toda regla, inesperada y por ello más disfrutable. Los antitaurinos deberían ver esta obra de arte para comprender hasta qué punto el toro forma parte de nuestra cultura mediterránea.  Me subo en la estatua, la disfruto, la toco. Ansío llenarme de cuando proclama. Zeus convertido en astado rapto a Europa justo aquí. Visto con ojos actuales cometió un delito, pero los dioses no se rigen por normas humanas. Ellos tienen sus propios códigos escritos por poetas y refrendados por naciones necesitadas de venerarlos. ¿Sería igual la cultura griega y latina sin dioses ni mitología? La respuesta es NO. Sin La Odisea de Homero, o La Eneida de Virgilio, le hubiera faltado su base ideológica-religiosa a la Grecia clásica o al Imperio romano. Envidio y admiro a tales autores. Son mi espejo para dotar a Andalucía de una epopeya escrita. Ni de dejos conseguiré escribir sus sublimes textos. Sé que estoy envuelto en utopía, que mis esfuerzos tienen poca probabilidad de éxito, pero algo que fundamenta mi vida bien vale el intento. El tiempo juzgará lo que hago en pro de mi tierra. Da igual si no lo asume. Gozo con la escritura. Sobre todo ahora, cuando LA ANDALUCIADA me pertenece por completo. Si algún día se publica, ya será distinto.

Tras la emoción compartida con Zeus-toro y Europa, camino hacia la estación de  Aghios Nikolaos. Debo esperar hasta que salga el autobús para regresar a Heraklión. Voy a la taquilla y el idioma dificulta  comunicarme con el empleado. Una mujer allí presente se ofrece como intérprete. Es una profesora griega que aprendió español gracias a una beca Erasmus. La acompaña su pareja, dominicano de piel negra. Con ambos entablo una interesantísima conversación, prolongada luego al sentarnos juntos en el bus. Coincidimos en muchas cosas, sobre todo en papel jugado por las religiones a lo largo de la historia. Ella me informa que le bajaron su sueldo de 1200 euros a 600. Los funcionarios griegos han sufrido recortes por la crisis que azota a Grecia. Intercambiamos correos electrónicos. Seremos amigos en Facebook. Al llegar a Heraklión se embarcaron hacia Atenas y yo fui a mi hotel. El día resultó completísimo. Estaba cansado pero contento. Tras moverme un rato por Internet, un dulce sueño me invadió.

Sábado 30 de junio 2012.-  Cojo un autobús para viajar a Chania, llamada también La Canea, segunda ciudad más importante de Creta. Fue su capital. Según Wikipedia: “Está situada sobre un antiguo asentamiento minoico  Se desarrolló hacia el final de la época minoica como una importante ciudad-estado de la Grecia Clásica, extendiendo sus fronteras desde la bahía de La Canea hasta el pie de las montañas blancas. Es mencionada en la Odisea de Homero. En el 69 a. C. el cónsul romano Metelo derrotó a los cretenses y conquistó Cidonia, a quien concedió los privilegios de una ciudad-estado independiente, como la acuñación de moneda-  En 824, los sarracenos de origen andalusí ocuparon la isla, siendo recuperada por los bizantinos en el año 921 y fortificada para evitar que volviese a caer en manos enemigas.
Tras la Cuarta Cruzada y el desmantelamiento del Imperio Bizantino en 1204, Creta es cedida a Bonifacio, marqués de Montferrat, que posteriormente la vende a los venecianos. En 1252, Venecia consigue someter toda la isla pero en 1263 los genoveses, con el apoyo de la población, toman La Canea ayudados por el conde de Malta Henrico Pescatore, controlando la ciudad hasta 1285, año en que es reconquistada por los venecianos. La Canea se convierte entonces en la sede administrativa de la región y centro de comercio. Los contactos con los venecianos favorecen los intercambios entre las dos culturas. El nombre italiano de la ciudad pasa a ser La Canea y se construyen importantes fortificaciones, otorgándole su forma actual.
Sin embargo, los muros no impiden a los otomanos entrar en la ciudad después de tan sólo dos meses de asedio, capturando La Canea el 2 de agosto de 1645. El comandante del ejército otomano fue mandado ejecutar al volver al país por haber perdido 40.000 hombres.
En la Edad Moderna, a mayoría de las iglesias son transformadas en mezquitas. Las riquezas de la ciudad son saqueadas. Los turcos se instalan principalmente en los barrios situados al este de la urbe, donde convierten la iglesia dominica de San Niucolás en la mezquita de Huguiar Tzamissi. Construyen asimismo nuevas mezquitas- El bajá de Creta residía en La Canea.
En 1821, tras el levantamiento nacional griego contra el Imperio Otomano muchos cretenses son masacrados, incluido el arzobispo de Kissamoz, colgado de un árbol.
Elefterios Venizelos, original de Mournies, cerca de La Canea, es uno de los que lideran el alzamiento contra los turcos, llegando a convertirse en uno de los ministros más importantes de Grecia. Su tumba se encuentra en la cima de una colina cercana a La Canea. En 1898, cuando se dan los primeros pasos hacia la independencia y la unión (enosis) con Grecia, las grandes potencias hacen de La Canea la capital de un Estado cretense semiautónomo, con el príncipe Jorge I de Grecia a la cabeza. Las embajadas y consulados neoclásicos del barrio de Aleppo datan de ese periodo. En 1971 Heraklión se convierte en la capital de la isla. A Pesar de haber sido bombardeada durante la II Guerra Mundial La Canea fue reconstruida y está considerada como una de las ciudades más bonitas de Creta”.
Deseo llegar al Museo Arqueológico. Consigo un mapa de la ciudad, pero pregunto aquí y allá. En el camino encuentro una hermosa plaza con la catedral al fondo. Entro en ella. Sorprende por su riqueza el barroquismo a la griega. Hay conexiones con el barroco andaluz en la intención de manifestar el dominio de lo divino sobre lo humano. En mis viajes visito cuantos templos puedo. Todos transmiten alianzas entre política y religión. Cumplen el objetivo de controlar al pueblo llano. La religión como instrumento político es una estafa para los pueblos. Hay muchos ejemplos: el zar ruso que envió emisarios para informarle de religiones y eligió la ortodoxa porque le gustó más que otras, los papas de Roma mangoneando Europa con el Sacro Imperio Germánico, los Reyes Católicos entregando América al catolicismo a cambio de obtener bulas para conquistarla, el “Paris bien vale una misa” del rey francés, Franco recibido bajo palio en  templos españoles y tantos otros ejemplos que denotan cómo la fe es un producto pagadero con favores políticos. Joseph Campbell, Freud, Jung y otros estudiosos de las mitologías deberían ser leídos por quienes van a misa, comulgan o asisten a procesiones o romerías.  
Cerca de la Catedral está el Arqueológico. Fue un antiguo convento. Lo expuesto en una amplísima sala con dos naves laterales es espléndido, De lo mejor que se puede ver en Creta. Un conjunto de toros cerámicos descubiertos por arqueólogos llama mi atención. Una vez más, lo cretense aflora tauromaquia. Fui apocas veces corridas de toros. Apenas me gustan y me aburro. Sin embargo, son básicas para entender la cultura andaluza-mediterránea. Picaso y otros artistas se enamoraron de ella. Mitos tan nuestros como Geryón hablan por si solos. En este museo descubro un busto masculino que se parece mí. ¿Es mi ancestral doble cretense? Somos eslabones de miles de circunstancias. ¿De cuántas personas tenemos genes? Siempre tuve la sensación de dar vida a otros seres. Algunos poemas de mi libro Instrumento del Ayer brotaron con escritura automática, de madrugada y hablan en nombre de alguien. A veces me pregunto quien soy y de dónde vengo. Trato de responderme con intuiciones incomprobables. En cualquier caso sé que mi misión en esta vida es escribir LA ANDALUCIADA. Quizá fui elegido para eso, al menos así lo cree mi amigo Ignacio Darnaude. Sería fatuo por mi parte arrogarme protecciones divinas, pero desconocemos tanto de nosotros mismos  que resulta oportuno dejar puertas abiertas a cualquier posibilidad.
Tras darme un baño de antigüedades, camino hacia el puerto veneciano, lleno de tiendas, restaurantes y turistas. Me asombra la belleza del lugar. Con razón se considera a Chania la más hermosa ciudad de Creta. Si lo minoico dejó su huella ancestral, Venecia es parte ineludible de lo cretense, con un maridaje que resuma elegancia. Me propongo explorar las instalaciones portuarias, algunas salvadas de la última guerra mundial. Bordeo una bahía pisando instalaciones defensivas y camino hacia el faro. Hace muchísima calor. Un poeta toca su acordeón mientras expone sus versos. Es Grecia en estado puro, adobada con mar azul, la palabra y la música. Ver Chania desde aquí es un espectáculo impresionante. Las gotas de sudor saben a maná divino. Si el viajero se arredrara ante el sol, el viento, las montañas, las caminatas o el frito, podría ser un turista puro y duro pero no una persona ansiosa de conocimientos y experiencias. Creo que para ver playas o comer bien España es insuperable. Si nos aventuramos a viajar, cada instante cuenta. Quizá el lugar visitado se vea una vez en la vida. Perdérselo sería una idiotez, al menos desde mi punto de vista. Siempre salgo temprano de mis alojamientos para captar la mejor cosecha posible de recuerdos viajeros. El cansancio se combate con paraditas esporádicas, el hambre picando aquí o allá o bien con patatas fritas, frutos secos, manzanas, galletas u otros “mata hambres” circunstanciales. Si uno se mete en restaurantes el presupuesto se dispara, lo cual no impide que de vez en cuando se tome comida del país en algún sitio adecuado. Lo importante es involucrar a los cuatro sentidos en la aventura viajera. Eso hice comiendo mussaca en una típica taberna griega de aquel puerto. Probé una especie de pastel de berenjenas con carne de cordero y tomate. No me entusiasmó demasiado pero estar en Grecia y no comer ese plato tan suyo, aunque hay otras versiones en otros países, supone algo así como viajar a España y no degustar paella o gazpacho andaluz. Cada tierra se manifiesta en su gastronomía tanto como en sus museos o sus gentes. El entorno donde se saborean tales platos es fundamental para disfrutarlos a tope. De eso tengo recuerdos imborrables. Por ejemplo: una tarde estaba junto al Bósforo, a la salida del bazar de las especias de Estambul, comiendo una mazorca de maíz tostado mientras sonaba música turca y los altavoces de una mezquita cercana difundían  oraciones musulmanas. Sabor, olor, oído y visión se aunaron para decirme donde estaba. No tan mágico es comer mussaca en Chania, pero tiene su encanto. Tranquilo regreso a la estación de autobuses. Tras tres horas de viaje, y cruzar Retthymnon, tercera ciudad cretense en importancia, vuelvo a Heraklión y a mi hotel.

Domingo 1 de julio 2012.- Atravieso por completo la capital cretense para dirigirme a otra estación ubicada junto a imponentes murallas. Son las diez de la mañana. Llego con el tiempo justo para coger el autobús hacia Festos, otro de mis objetivos en este viaje. Ya tengo una copia del disco allí encontrado. Me espera una emocionante sorpresa. Las ruinas del que fue palacio minoico ocupan una colina. Cuando llego a donde estuvo su biblioteca, justo donde se encontró dicho disco, soy recibido por un concierto de cigarras ¿Fue algo casual o causal? Nunca podré saberlo. Viví un momento mágico, espléndido, lleno de emoción. Grabé un video que puede verse en:  http://www.youtube.com/watch?v=ml3Z5LiwM-w Sentí esa sensación de lo ya vivido que nos envuelve de forma inesperada. Me felicito. Hice bien en venir. Un matrimonio italiano aparece por allí, hablan español y entablamos una gratísima conversación en torno a las religiones. Parece que nos conocemos de toda la vida. Italia, España, y Grecia, afloran entre seres pertenecientes a la cultura mediterránea.
 El viaje de regreso a Heraklión lo hice durmiendo una pequeña siesta. Es el yoga latino. Disfruto  relajándome un rato a mediodía. En casa tendido en la cama, durante los viajes vale cualquier lugar fresco y discreto. Localizo una taberna griega con precios asequibles. Sentado en su puerta engullo pollo asado y  vino tinto cretense. Para Creta la cultura del olivo y la vid es básica. También ocurre en Andalucía. ¡Hay tantas vinculaciones entre ambos territorios!. Comprobé otro ejemplo cuando yendo hacia el hotel vi  varios griegos jugando la dominó bajo un árbol. Similitud total con españoles en aspecto físico y aptitudes. Si se les mira a los ojos parece adivinarse milenios de historia y cultura. Son Mediterráneo puro, influidos por la belleza del clasicismo greco latino-veneciano. El islam turco apenas les rozó. En eso hay diferencias. Ocho siglos musulmanes marcaron a Iberia, inyectándole sangre africana, algo no ocurrido ni en Grecia ni en Italia.
Me tiendo cuando estoy en la habitación del hotel. Es mi último día en Creta. Mañana iré en ferry a Santorín. Debo preparar la maleta. Antes de dormir, subo a Yo To Be el video antes mencionado con el canto de las cigarras oído en Festos.

Lunes 2 de julio 2012.- Navegar por el Mar Egeo es un privilegio. La imaginación ansía ver sirenas, ninfas, monstruos marinos o a Poseidón con su carro tirado por hipocampos. Hay tanta literatura envuelta en estas aguas de azul intenso, que la ficción se confunde con una ingrata realidad desmitificadora.
Desde Creta a Santorín no hay demasiada distancia. Emociona pisar una isla que algunos autores relacionan con la Atlántida, tesis respetada pero no compartida por mí. Cojo un autobús para subir por un impresionante acantilado volcánico, divisando en el trayecto paisajes bellísimos. Mi hotel aquí, el Golden Star, tiene la fachada pintada de azul y blanco, colores de la bandera griega, es pequeño y familiar. Tras descansar un rato, me lanzo a descubrir Tera, la ciudad-símbolo de las Cicladas. Esa postal de una cúpula azulada con su cruz y su mar al fondo, es reproducida en multitud de folletos turísticos. Para el día siguiente compro una excursión marítima que incluye subida a la cumbre del volcán y otras actividades.  Me adentro en calles estrechas, llenas de comercios y turistas, todas con edificios encalados que denotan cómo en Grecia hay mimetismo entre los colores de su bandera, sus paisajes y sus gentes: la identidad puesta de manifiesto en cada detalle de la vida diaria. Un país amante de sus símbolos es menos vulnerable. Azul y blanco son colores relajantes, hablan de paz, cielo y mar. Mi color preferido es el verde. Tengo los ojos verdes. Me sientan bien las prendas del color de la vida, el que los vegetales toman con su fotosíntesis. Andalucía lo adoptó. “Verde es mi bandera / y verde es mi color. / De verde se tiñen los campos de mi tierra./ Versos escritos en un libro inédito. Santorín refleja a Grecia como ningún otro lugar del país. Es su isla más bonita y su paraíso. Entro en la Catedral católica que tiene una esbelta torre. Luego llego a la cumbre donde se sitúa el teleférico y una escalera de quinientos veinte escalones que me tientan para bajar al puerto viejo. Hace calor y estoy cansado. Lo dejo para el día siguiente. Me siento en la terraza de un bar cercano. Contemplo un bellísimo atardecer. De regreso al hotel compro leche, fruta, agua y galletas. Ya estoy pertrechado para realizar la excursión al volcán. Desde la terraza de mi habitación se ve el mar. Lo diviso de dejos, mientras Santorin se muestra iluminada.

 Martes 3 de julio 2012.-  Temprano me dirijo hacia el puerto viejo. Bajo sin prisas la escalera de quinientos veinte escalones localizada el día anterior. Es una experiencia fabulosa, e incluso iniciática. Se contemplan paisajes espléndidos, mientras diversos grupos de mulos y burros-taxis bajan al cuidado de sus conductores, viéndose el peatón obligado a dejarles paso. Es un espectáculo contemplar estos animales sorteando dificultades mientras andan cuesta abajo. Se usan para transportar turistas. Si la bajada debe resultarles dificultosa, fácil es imaginar su enorme esfuerzo para la subida, con el peso añadido de quienes transporten. Debe ser un auténtico calvario, con sus corazones trabajando a tope. Dan cierta lástima, pero forman parte de la esencia de esta isla y proporcionan ingresos. En su marcha dejan excrementos, recogidos con poco éxito por un empleado municipal. Cuando llego abajo aún faltan varias horas para la salida Exploro unas instalaciones portuarias dedicadas a realizar excursiones en barcos pequeños, todo enfocado al turismo. En su momento atraca el “Poseidón”, embarcación que pronto se llena de gente. Tras zarpar, disfruto navegando en la cubierta, mientras contemplo enromes acantilados. Estoy en una caldera volcánica cubierta por aguas marinas. Según escribe J.V. Luce en su libro El Fín de la Atlántida (Ed. Destino 1975), “La caldera se formó como resultado de una gran erupción o serie de erupciones que destrozaron la isla de Santorín, también llamada Tera, entre 1500 y 1470 aC. Fue como si hubiera hecho explosión alguna gigantesca mina en las profundidades del centro de la isla. Se abrieron amplias trincheras en el fondo del mar. Salieron arrojadas enormes cantidades de fina ceniza. La fuerza de las explosiones producidas en la cámara del magma lanzó masas de escombros al perímetro exterior de la isla. Por último se hundió gran parte del centro de ella, dejando al descubierto los acantilados que aún se ven hoy como si hubieran  sido partidos recientemente por un martillo ciclópeo”. Navego justo en ese lugar, sobre la caldera formada tras la explosión volcánica. Soy un privilegiado. No todos los días se está en donde el propio Luce sitúa La Atlántida, tesis que como dije antes respeto pero no comparto. Por eso aquí el Egeo es muy especial. Además este barco Poseidón se llama. En mi poemario Instrumento del Ayer (1987) el mismo dios dice: “Juntos fuimos a las islas griegas / Mis delfines te llevaron en sus lomos, / luego nereidas besaron tu cuerpo / y volviste feliz a este mar invisible”. Quizá por eso en este viaje siento a veces latir lo ya vivido  Teseo, Ulises, los Argonautas y otros navegantes mitológicos son evocados en mi interior.
 Los turistas-navegantes desembarcamos en Nea Kameni, isla central en la caldera. Por un camino tortuoso, sembrado de piedras agujereadas, subimos al cráter del volcán. No es un ejercicio para impedidos. Cuesta trabajo caminar hacia lo alto por una especie de “paisaje lunar”. Merece la pena el esfuerzo. Allí arriba se ven paisajes impresionantes, bellísimos. Un guía que habla español nos explica durante el descenso cómo sucedió la explosión antes descrita. Dos jóvenes españoles  oyen también las explicaciones. Ella y él son de Granada aunque viven en Madrid. Simpatizamos y ya somos amigos en Facebook. Embarcados de nuevo, nos llevan a un playa donde quien lo desee puede bañarse, pero hay que nadar unos treinta metros para llegar a la orilla. No me aventuro. Espero en la cubierta, mientras saboreo vino cretense y comida guardada en mi mochila. Tras parar en un bar de la isla de Thirasia y situarnos cerca de Oia, segunda ciudad isleña en importancia, a media tarde se regresa a Tira Esta vez uso un folicular en vez de subir la temible escalera bajada por la mañana. Ya en el hotel, descanso, como  y navego por Internet.             
                                                                             
Miércoles 4 de julio 2012.-  Es mi último día completo en Santorín. Temprano cojo el autobús que me conducirá al  yacimiento arqueológico de Akrotiri, de origen minoico y micénico, situado en el suroeste de la isla. Cuando llego esta cerrado. Abren a las diez de la mañana. Aprovecho el tiempo para ilustrarme sobre lo que voy a visitar. Aquí hubo una ciudad desaparecida, cubierta por cenizas tras la erupción volcánica datada en el II milenio aC y eso permitió su conservación. Ocurrió como en Pompeya y Herculano, en Italia. Los arqueólogos lograron sacarla a luz en el siglo XX, encontrando edificios, pinturas murales, objetos cotidianos y otros restos usados por personas dedicadas a la navegación, el comercio y la agricultura. Cuando entro en el recinto, me sorprende ver que el yacimiento está techado con una enorme estructura metálica con vigas de acero, cuando esperaba encontrarlo al aire libre, siendo el primero que veo así. Esta cubierta sustituyó a otra derrumbada en septiembre de 2005 con la muerte de una persona, obligando a cerrar el yacimiento que se abrió de nuevo en abril de este año 2012, gracias a lo cual puedo visitarlo. Su recorrido está señalizado y se hace mediante rutas con suelos de madera. Quienes amamos los piedras milenarias, tenemos aquí motivos para satisfacernos, pero la emoción no fluye porque hay una cierta frialdad en lo contemplado, quizá producida por ser un recinto con vocación de museo, sin esa chispa emotiva de otros lugares antiguos bañados por el sol. Cuando termino la visita saludo a un sacerdote ortodoxo griego. Se muestra muy amable al hablarme de la Reina Sofia como vínculo greco-español y de los triunfos futbolísticos españoles. Tras salir del yacimiento ando unos dos kilómetros para llegar a la llamada “Playa Roja”, de difícil acceso al tenerse que bajar por un pedregoso acantilado volcánico. Localizo una sombra bajo la pared vulcanizada. Disfruto con el azul intenso del cielo y del mar y me baño por primera vez en el Egeo. En mi contacto con aguas queridas por los dioses, hay algo bautismal, puro, inexplicable, no comprensible desde la razón humana. Ya puedo sentirme más unido a ellos por este vínculo hoy practicado que nada tiene de religioso. Es más un lazo de amistad, de camarería con quienes contacto mientras escribo LA ANDALUCIADA.
La arena y las piedras tienen color rojizo, dando nombre a esta playa. No es cómodo pisarla sin zapatos, pero todo se supedita a vivir tan singular momento. Es mediodía, el calor aprieta. Subo por el camino del acantilado para regresar a Tira antes de que cierre el  Museo Arqueológico donde se guardan las piezas más importantes encontradas en el yacimiento de Akrotiri visitado por la mañana. Llego a tiempo para contemplar piezas únicas de la arqueología griega, la mayoría originales, otras son reproducciones. Murales con monos o flores, vasijas, utensilios domésticos y el pequeño ciervo de oro, única pieza de este metal allí aparecida Tras salir del Museo visito en la cercana Catedral ortodoxa, bellísima. Regreso al hotel muy satisfecho. Descanso un rato y salgo a pasear para despedirme de Tira, ciudad inolvidable para cualquier viajero que se precio de serlo.

Jueves 5 de julio 2012.- Embarco en el puerto nuevo de Santorín con destino a Mikonos. La travesía es más larga que la desde Heraklión a Fira. Otra vez el Egeo revive historias al pasar cerca de Naxos u otras islas con resonancias mitológicas. Tras volver a tierra, me dirijo al Hotel Philipi, gestionado por una familia hostelera. Estoy en pleno centro de la ciudad, la calle es estrecha, encalada, con toques azules a la griega. La terraza de mi habitación se abre a esa calle. Descanso un rato y salgo a pasear en dirección a la zona llamada “Pequeña Venecia”, recomendada en guías turísticas para contemplar puestas de sol. En el trayecto veo los enormes molinos-símbolos de esta isla. Sentado ya en una terraza cuyos veladores de primera fila son más costosos, veo irse al astro rey poco a poco, hasta perderse en el mar. En mis viajes vi este maravilloso espectáculo en  montañas de Turquía, Asillach, Ibiza y otros lugares. Para mi gusto Sanlúcar de Barrameda los supera a todos. No en balde Steven Spielberg  rodó por allí cerca su película El Imperio del Sol. Vuelvo a caminar por calles estrechas, llenas de comercios y turistas. Con todos los respetos, Mikonos me parece un pastiche turístico, cuyo único atractivo es contemplar esta puesta de sol y servir su puerto para viajar al santuario de Apolo y Artemisa en la isla de Delos, motivo primordial de mi venida y que tengo previsto visitar mañana. Regreso al hotel, apartándome en lo posible del ruido existente por doquier. No es recomendable venir a esta isla a quienes busquen paz y sosiego.

Viernes 6 de julio 2012.-  La forma más fácil de llegar a Delos es coger el ferry que parte del puerto de Mikonos. Por eso vine a esta isla. Me embarco tras pagar un billete de ida y vuelta. La llegada a Delos me emocionó, primero contemplando a lo lejos, desde el mar, las ruinas del mítico santuario de Apolo y luego entrado en uno de los dos más importantes centros cívicos-religiosos de la Grecia clásica. El otro, Delfos, lo visité hace años, cuando recorrí el Peloponeso. La mitología clásica  dice que Delos emergió agarrada por el tridente de Poseidón. Fue una isla flotante hasta que Zeus la ató con cadenas al fondo del mar, convirtiéndola  en un lugar seguro para Leto, al abrigo de los celos de Hera. La isla fue propiedad de Apolo que la cambió con  Poseidón. Isla minúscula (3,5 km²), árida, deshabitada desde hace tiempo. Sus pendientes son suaves y el monte Cintos no sobrepasa los 113 m. El puerto fue siempre mediocre. Cuando los vientos se levantan, la isla es inaccesible. Delos está a unos 8 km de la costa. Un antiguo riachuelo llamado Inopos se dirigía del Monte Cintos al puerto de Furni. Tenía un pequeño estanque cerca de las ruinas llamado por  Heródoto Limne Trochoeides y Theognis por Calímaco. Cerca del lago, la leyenda sitúa a Leto dando luz a los gemelos Apolo y Artemisa. Las antiguas casas privadas fueron construidas a los dos lados del Cintos y de la punta de Trokessa (actual Cabo Morou) al noroeste.  Despacio, recreando mis cinco sentidos, recorro un camino  señalizado. Estar en Delos, entre piedras llenas de sortilegios, tocarlas, sentarse en ellas, es una experiencia impagable. Me sentí feliz. Había cumplido otro de mis objetivos del viaje. Pisaba nada más y nada menos que la tierra primigenia de Apolo y Artemisa.  ¿Cuántas conversaciones, plegarias o rituales  habrán escuchado este banco o estas rocas milenarias? La única posibilidad de responder es abrirse en cuerpo y alma para intentar percibir sus mudos mensajes. Lo más llamativo del paseo es situarse en los templos, pisar el lugar donde estuvo el mercado o ver los famosos leones que simbolizan este yacimiento. Son réplicas de los expuestos en el cercano Museo Arqueológico, el mejor de Grecia tras el de Atenas. Se pueden contemplar piezas únicas, expuestas a poca distancia de donde fueron encontradas en 1873 por la escuela francesa de arqueología de Atenas. Otra vez entre 1904 y 1914 bajo la dirección de M. Holleaux, gracias a una donación del duque de Loubat, pero otras permanecieron escondidas hasta las excavaciones de 1958-1975. Una restauración dirigida por la  misma escuela francesa y más tarde por el 21 Eforato de Antigüedades prehistóricas y clásicas. En 1990, Delos fue incluida en el catálogo de lugares culturales protegidos por la Unesco. El museo ocupa edificios espléndidos, con iluminación excelente. Allí se agudiza el Síndrome de Shendal: aparecido ante la contemplación en poco tiempo de muchas obras de arte. Lo sentí por primera vez en Florencia y luego en otros sitios únicos de este planeta. Se vence huyendo de prisas o preocupaciones, Un buen antídoto es primero leer letreros y luego completar las piezas descritas.

Ya fuera del museo me dirijo al embarcadero. Como fruta, mientras espero al ferry para regresar a Mikonos. Con mirada de alma digo adiós a Delos. Su visita me deja recuerdos imborrables. Por ello doy gracias a los dioses.
Tras almorzar pescado en el puerto de Mikonos, duermo una buena siesta en el hotel. El resto de la tarde paseo de nuevo entre callejas encaladas, tiendas y turistas. Me siento frente al mar, en una playita urbana existente no lejos de donde atracan los barcos procedentes de Santorin y otras islas. Es mi despedida de la que me resulta menos atractiva de las Cícladas, aunque tenga su peculiar encanto.

Sábado 7 de julio 2012.-  Me levanto temprano. Al no haber autobús, cojo un taxi para ir al aeropuerto de Mikonos. Volaré a la isla de Rodas, haciendo escala en Atenas. El viaje dura toda la mañana. Cuando llego a Rodas hace muchísimo calor. Un taxista se ofrece a llevarme al hotel pagando cinco euros, compartiendo coche con una pareja italiana. Acepto. El Saboy está situado en el centro de la ciudad, cerca del puerto y del mercado. No es un hotel lujoso pero sí confortable. Tras descansar un rato, camino en dirección al recinto amurallado de la ciudad vieja. A pesar de ser las siete de la tarde y sábado, tengo suerte al encontrar abierto el Museo Arqueológico. Es en un enorme edificio que fuera el Hospital de los Caballeros. Las obras de su construcción comenzaron en 1440 y se terminaron en 1489. Dentro hay varias colecciones, algunas tumbas antiguas, figuras, vasijas, joyas y objetos de metal de los períodos clásicos y geométrico, más tumbas de la antigua Kamiros y una variada colección de objetos de otras épocas. Tampoco faltan las esculturas clásicas, helenas y romanas y hermosos pisos de mosaicos o las estelas funerarios del período de los caballeros que representan al muerto con su escudo de armas. Su colección de epigrafías antiguas es extraordinaria. Salí de allí cuando ya cerraban. Callejeando pude ver tiendas, restaurantes, bares ocupando locales de las calles céntricas. El turismo manda. Al regresar al hotel me despisto. Debí preguntar muchas veces para al cabo de un buen rato encontrarme en mi habitación, cansado pero contento.

Domingo 8 de julio 2012.-  En autobús llego a la Lindos Fue una de las principales ciudades de la isla de Rodas, situada en la costa este, cerca de un cabo que lleva su nombre, a 55 km al sur de la ciudad de Rodas.
Según Homero, Lindos, Ialisos y Cámiros, tres ciudades rodenses, participaron en la guerra de Troya. Los habitantes eran dorios y cada ciudad correspondía a una tribu dórica de la isla. Las tres fundaron en el 408 aC. una nueva ciudad, (Rodas) y establecieron instituciones comunes; buena parte de la población de Lindos se trasladó a la nueva urbe. Lindos conservó importancia desde el punto de vista religioso, ya que tenía dos santuarios, uno de Atenea Lindia y utro de Heracles que tenía una pintura de Parrasio, célebre pintor. Lindos fue el lugar de nacimiento de Cleóbulo de Lindos, uno de los siete sabios de Grecia.
Sobre la ciudad de Lindos se sitúa su acrópolis:  ciudadela natural que fue fortificada sucesivamente por griegos, romanos, bizantinos, caballeros hospitalarios y los otomanos. Hay dos formas de subir a esta fortaleza, andando, lo que supone un suplicio en pleno verano, o en burro por el precio cinco de euros. Elegí la opción más cómoda de usar animales puestos al servicio del turismo, como ya vi en Santorín o en la española Costa del Sol.
Ya dentro de la acrópoli diviso paisajes espléndidos, mientras paseo entre piedras milenarias. Aquí se percibe la simbiosis de culturas que dominaron Rodas a lo largo de los siglos, pero los templos paganos sobresalen sobre lo demás. Ya estuve hace años en el Partenón de Atenas, ahora vuelvo a otro templo dedicado a Atenea, mi diosa favorita. Eso me hace feliz.
La bajada de tan bello recinto fortificado la hago a pie, descubriendo el encanto de calles estrechas adosadas a la montaña. Entré en una taberna griega, desde cuya terraza se contemplaba a un lado la acrópolis y al otro el mar, bordeado por colinas y calas que invitaban al baño. A una de ellas me dirigí tras comer pescado al grill en una taberna griega. Después de tomarme un café y tenderme un rato en la arena, mi segundo baño en el Egeo fue delicioso: agua cristalina, sombra, buena temperatura del mar, se combinaron para hacerme para hacerme feliz.
El regreso desde Lindos a Rodas ciudad fue a media tarde, descansé en el hotel y me dispuse a preparar el día siguiente.

Lunes 9 de julio 2012.-  En autobús me dirijo al Valle de las Mariposas, situado en el municipio de Petaludes a veinticinco kilómetros al sur de la capital, En este lugar entre el 15 de junio y el 30 de setiembre, se encuentran millares de mariposas de distintos colores. Pertenecen a la especie Callimorpha Quadripunctaria y se sabe que son atraídas por el perfume de la resina que producen los árboles que se encuentran en el ecosistema del valle. Es un singular espectáculo que cada año atrae a multitud de personas, teniendo yo la suerte de estar en Rodas en la época apropiada para contemplarlo. Cuando llego subo un monte escalonado y de exuberante verdor, embellecido además con riachuelos de agua cristalina. A la par contemplo a miles de mariposas volando o posadas en rocas y árboles. El camino está señalizado para llegar a la cumbre. De nuevo pongo a  prueba la resistencia de mis pulmones. No tengo prisa y subo despacio. Ya en lo alto entro en una capilla ortodoxa. A las religiones les encanta situar estos pequeños templos en lugares elevados, a veces inaccesibles, quizá buscando su proximidad con el cielo. Descanso del esfuerzo realizado antes de bajar con cierta prisa porque debo coger el autobús de vuelta que sale a las trece horas. Lo consigo y estoy de nuevo en Rodas capital para almorzar en un restaurante típico y luego en el hotel dormir una buena siesta.
Por la tarde salí dispuesto a explorar a fondo el puerto, llamado Mandraky, donde estuvo situado el famoso Coloso de Rodas que en los años sesenta del pasado siglo vi reproducido en una película. Entonces no pude imaginar que estaría hoy aquí, las vueltas que da la vida. Recorrer esta zona supone adentrarse en el alma de Rodas. Su lado izquierdo muestra bellos edificios administrativos de estilo veneciano, la Casa de Correos, el Ayuntamiento, la enorme Catedral de la Anunciación, con su esbelta torre; una escultura relacionada con la II Guerra Mundial y  sobre todo  la columna con un ciervo que recuerda al Coloso, habiendo enfrente otra y entre ambas el espacio marino para pasar los barcos. Camino por el muelle. Dos hombres golpean con fuerza pulpos pequeños sobre las rocas, lo hacen con mucha fuerza para ablandarlo. Deberé comer pulpo, muy presente en la cocina griega. Paso por dónde ofrecen excursiones a lugares de Rodas o de la costa turca, situada a unos quince kilómetros. Me dirijo al faro, en el lado opuesto de donde estoy. Hay cruceros atracados en el muelle comercial, paso junto a enormes molinos de viento hoy inactivos, me recreo ante la fortaleza veneciana similar a la existente en Creta y termino mi paseo bajo la otra columna que indica dónde pisaba el Coloso. Luego vuelta por el camino antes recorrido y al hotel. Entre el Valle de las Mariposas y esta visita al puerto Mandraky ha transcurrido un día completísimo y lleno de enseñanzas.


Martes, 10 de julio 2012.-  Último día de este viaje por las islas griegas, que tantas satisfacciones me ha aportado. Lo dedico por completo a Rodas capital. Por la mañana temprano entro en el imponente recinto amurallado de la ciudad vieja, con sabor medieval por la influencia aún latente de la Orden de San Juan. Sus orígenes provienen de los Caballeros Hospitalarios, organización fundada en Jerusalén en el año 1050 para asistir a los peregrinos pobres y enfermos en su viaje a Tierra Santa. La conquista musulmana de territorios ocupados por cristianos hizo que dicha Orden operara en Rodas desde 1309 a 1522, siendo expulsada por los turcos que se mantuvieron en la isla hasta 1912, cuando pasó a depender de Italia. Tan dilatada presencia caballeresca la evoca cada rincón de la famosa calle de los Caballeros, cuyos bellos edificios sirvieron de alojamiento a miembros de la Orden de distintas naciones, entre ellas España, en cuya casa entré para ver una exposición dedicada a un arqueólogo italiano. Esta calle desemboca en una plaza que sirve de pórtico al Palacio de Gran Maestre, restaurado para servir de residencial temporal al fascista Benito Mussolini, quien lo disfruto poco. La visita a ese palacio se hace imprescindible para quien visite Rodas. Sus amplios salones adornados con  mosaicos, valiosos muebles y esculturas, así como su enorme patio porticado, asombran al viajero. A la vez hacen reflexionar sobre la vanidad humana, expresada en edificios con este por quien intentó revivir un imperio y fue derrotado y muerto en la II Guerra Mundial.

Tras salir del palacio pasé por la puerta de una mezquita otomana, con su minarete  similar a los que hace años pude ver en Turquía. Este bello edificio y una escuela situada a poca distancia, es lo más visible de la huella musulmana dejada en la ciudad vieja de Rodas  por varios siglos de ocupación turca.
Completé mi recorrido adentrándome en calles no frecuentadas por turistas, Son lo menos mostrable al visitante que busca ocio y diversión. Cuando viajo intento no perderme esa otra cara de la moneda. Es una buena forma de conocer la realidad del lugar visitado, sin artificios ni encantamientos empleados por la promoción turística.
Desemboco en una plaza con muchos restaurantes ofreciendo platos de comida griega, entre ellos pulpo al grill. Me prometí probarlo cuando estuve el puerto Mandraky y vi a pescadores golpear con mucha fuerza pulpos sobre rocas. Busco el mejor precio y me siento en una terraza. Siento decepción. Vale veinte euros y sólo hay un pequeño trozo de pulpo al grill, con un poco de lechuga y tomate, cuando lo fotografiado en la carta era más abundante. De sabor, ni por asomo se asemeja a la exquisitez del pulpo gallego o al que venden cocido en supermercados sevillanos. Bueno, alguna cosilla debería ocurrirme en este inolvidable viaje. “Nada es perfecto”, como dijo Jack Lemon en la película “Con faldas y a lo loco”.
Tras volver al hotel para descansar un rato, termino la tarde paseando por la ciudad nueva, con bloques de pisos modernos, calles llenas de coches y sin ningún parecido con el recinto amurallado de la ciudad vieja. Entre tanto asfalto con poco encanto, veo algo bello dando vida al entorno. Es una fuente iluminada, cuyos chorros de agua la hacen esférica, formando una especie de huevo. Con ella mojo mi rostro, como si estuviera bendecida. Es mi adiós a Rodas y a las islas griegas.
Miércoles 11 de julio 2012.- El viaje de vuelta desde el rodense aeropuerto Diágoras a Sevilla incluye escalas en Atenas y Barcelona. Llegué a casa sano, salvo y feliz, sobre las diez de la noche. Quizá la diosa Atenea me acompañó hasta el final, como hizo con Odiseo en su periplo de vuelta a Ítaca. La considero mi amiga, no una diosa a quien adorar. La tengo cerca de donde vivo, representada en dos maravillosas esculturas de Fidias existentes en la sevillana Casa de Pilatos, a las cuales canté en un poema, lleve de copas por los bares de la Alfalfa y comparé en algo tan sevillano como la Giralda. Además, Atenea, junto con Hermes y Poseidón, son personajes básicos en mi novela LA ANDALUCIADA, para cuya terminación y publicación les pido me sean tan propicios como lo fueron durante este maravilloso viaje a las islas griegas.

Rafael Raya Rasero
Sevilla 31-7-2012 



VIDEO DE LAS CIGARRAS CANTANDO EN EL PALACIO MINOICO DE FESTOS      http://www.youtube.com/watch?v=ml3Z5LiwM-w



VIDEO VALLE DE LAS MARIPOSAS ISLA DE RODAS   http://www.youtube.com/watch?v=Vo1ZMZpG9wk&feature=plcp