No lo han impedido los dirigentes de tu religión, a la que dedicaste tu vida; ni los ciudadanos españoles que ven cómo unas africanas atosigan a una ciudadana española. Te han echado porque eres conciente de la época en que estamos y tu Iglesia no admite eso. Prefiere el oscurantismo y las bocas cerradas ante la imparable ola que la atosiga para quitarle argumentos por seguir controlando las conciencias. Pero ya ves lo que está pasando en los países árabes. Han sido los internautas, a través de las redes sociales, quienes han derribado dictaduras. Otros siguen su ejemplo. Tú podrías ser, si todos te apoyamos, quienes inicies la revolución que necesitamos en España para desalojar el poder religioso que ostenta la Institución que no te traga. Podrías ocupar, salvando las distancias, el papel del joven egipcio que fue maltratado e inició el levantamiento contra Mubarak.
Para que comprendas mejor mi indignación por tu caso, te cuento mi trayectoria informática. Compré mi primer ordenador, un Amstrand, en 1984. Me costó 125.000 pesetas, una pequeña fortuna entonces. Me fui modernizando, tuve varios ordenadores y hoy dispongo de tres equipos informáticos en mi mesa de trabajo, además de dos impresoras. Conocía la red universitaria Iris desde 1993. En 1995 asistí en Madrid al Primer Congreso de Internautas Españoles, muy poquitos entonces, donde se presentó la primera versión del navegador Nestcape. Me vine fascinado a Sevilla y fui al Centro Comercial Los Arcos para comprar por unas 6000 pesetas un kid que permitía conectarse a Internet. Aquello era un desastre. Entonces me di de alta en la operadora “Interbook”, del grupo Mad, situada en la sevillana calle Luís Montoto, que facilitaba accesos mediante un servicio de Telefónica a costo de llamada local. Con “Infovía”, su nombre, estuve varios años conectado. Las facturas de teléfono eran enormes. A veces discutía con mi familia porque yo ocupaba la línea y no podían llamar por teléfono. Me enganché de tal manera que me pasaba días enteros escrutando la red de redes. Mi ansia de saber encontró una vía idónea para satisfacerse. Compré mi primer dominio, montilla.com, que aún conservo y aprendí a diseñar páginas Web sin ningún maestro. Poco a poco construir unas 500 páginas dedicadas a mi ciudad originaria, divulgando su historia, sus personajes, sus vinos. Fui pionero en eso. Luego abandoné ese proyecto y tengo a la venta montilla.com La presión de los internautas favoreció la llegada de una tarifa plana y eso dio alas a Internet. Los bancos, las agencias de viajes y otros usuarios se dieron cuenta de las oportunidades de negocio que ofrecía la Red y comenzaron a fomentarla regalando discos con programas informáticos y otros servicios telemáticos. A mediados de la pasada década, monté una editorial, asademesediciones.com y volví a diseñar páginas Web para difundir mis libros. Tras 16 años usando a diario y a todas horas Internet, nunca me sentí tan indignado como lo estoy en este momento, tras haber leído, tu expulsión. Reproduzco la información, publicada hoy por el diario ABC de Sevilla, que me ha hecho subirme por las paredes y me apartó de mi trabajo para escribir con urgencia esta entrada.
«Hoy me han echado del monasterio. Hay unas keniatas que me han hecho la vida imposible. La envidia ha jugado mala pasada y han ganado ellas. Hoy fue el delegado de vida religiosa y junto con la priora y otras dos monjas han decidido que yo me marchara para que quedaran tranquilas las keniatas. No tienen vocación, pero vienen a coger dinero para las familias...». De esta forma María Jesús Galán, más conocida como «Sor Internet», anunciaba en su Facebook este martes que había su sido expulsada del convento en el que ha vivido más de 35 años. Fuentes del Arzobispado de Toledo rehusaron pronunciarse a ABC sobre este asunto, que calificaron de «vida interna» de la comunidad.
La noticia ha revolucionado las redes sociales y «sor Internet» está recibiendo cientos de mensajes de apoyo desde todos los lugares del mundo. Hoy comentaba en su perfil, en cuyo muro ha colgado una imagen con una lágrima, que había ido al Sepecam (el INEM castellano-manchego) a apuntarse para encontrar cuanto antes un trabajo.
María Jesús Galán, que cumplió 54 años el pasado día 1 de enero, recibió en 2010 la Placa al Mérito Regional durante el acto oficial del Día de Castilla-La Mancha por trasladar las nuevas tecnologías a su convento de Santo Domingo el Real, fundado en el siglo XIV. Tras esta sorprendente expulsión, «sor Internet» podrá conocer Londres y Nueva York, uno de los sueños que no iba a poder cumplir cuando se le preguntaba por su vida monacal.
El Gobierno regional reconoció en mayo los méritos de «Sor Internet» en su labor de catalogación de documentos y libros de la biblioteca conventual, la introducción de tecnologías en un ambiente tradicional y la contribución a su difusión por la red.
En una de sus múltiples entrevistas con motivo de este premio, María Jesús Galán decía sentirse «muy orgullosa de ser monja de este convento» y que se sentía plenamente realizada como religiosa. Ha estado 24 años al frente del archivo y, gracias a su constancia y desvelos logró vencer la resistencia de algunas de sus compañeras para comprar un ordenador. Con las nuevas tecnologías llegó el despertar del archivo porque con él vino la informatización del archivo, su digitalización y posterior difusión por la red universal. El archivo, que consta de 119 libros y más de 3.000 documentos, hoy está totalmente catalogado y prácticamente digitalizado. Sor Internet también cuidaba en el convento de «Dominguito», el reloj que se instaló en Santa Domingo el Real en en 1735 y que recientemente fue recuperado por el relojero Bienvenido Sánchez.
¿Cómo es posible que tu Iglesia no te apoye y te defienda a muerte después de haberle sido tan fiel y haber aportado tanto a la sociedad? Supongo que te sentirás frustrada. Pero en mi opinión no debes venirte abajo. Puedes ser un símbolo si te apoyamos para liberar a otras personas que como tú puedan sufrir dictaduras religiosas sobre sus espaldas.
No sé si este texto mío lo vas a leer. Seguro que no servirá de nada para cambiar las cosas, pero al menos me sirve de desahogo.
Te doy un beso, María Jesús, aunque a lo mejor tu Arzobispo lo ve pecaminoso y lo prohíbe. Pero bueno, tú pasas de él. Te lo doy de corazón, a pesar de no gustarme los hábitos ni las sotanas, y te animo a asumir el papel de heroína en la larga agonía de unos integrismos que, temiendo verse desalojados de sus poltronas catedralicias, se revelan contra la ciencia y el progreso.
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