miércoles, 4 de agosto de 2010

DIARIO DE MI VIAJE A IBIZA Y FORMENTERA



Ibiza, la isla de los santos (todos sus municipios llevan nombres de santos o santas), de las lagartijas (hay unas 200 especies protegidas y es un símbolo isleño) o de los ya desaparecidos hypy; forma parte, junto a Formentera y diversos islotes del archipiélago de las Pitiussas, integrado en la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares.

Ibiza es famosa por sus fiestas, a veces desmadradas; por sus pequeñas calas de arenas finas y por ser el destino turístico de miles de personas que eligen esta isla para su descanso y diversión. Para mí era una de las pocas zonas de España que no conocía y me apetecía visitar, sin más pretensiones que pasar unos días leyendo y alejado del ordenador. Incluí en mi equipaje dos novelas: Bruniquilda, del peruano Nilo Espinoza Haro, quien amablemente me envío un ejejmplar desde Lima; y Tiempo de Amor y Odio, de mi amiga la escritora hispano-venezolana Lícide Pepper. Ambas las leí mientras no hacía excursiones o descansaba frente al mar. De las mismas incluyo reseñas en este blog.
Mi pequeño diario de estos días ibicencos es el siguiente:

Martes 27 de julio
Me levanté a las 4 de la madrugada para con tiempo coger el autobús hacia el aeropuerto de Sevilla Salida del avión a las 7 de la mañana, en vuelo directo al aeropuerto de Ibiza. Una vez allí cogí otro autobús con destino a San Antonio de Portmany, municipio turístico donde tenía reservado alojamiento hasta el día 3 de marzo.
Instalado en el centro de la ciudad, por la tarde fui a contemplar un bellísimo atardecer en el famoso Café del Mar, uno de los lugares más célebres de Ibiza, donde cada tarde se reúnen miles de personas Hay que irse temprano, coger una mesita, sentarse, tomar algo y quedarse allí hasta que el ocaso del sol se completa en el horizonte del mar. En ese intervalo comienzo a leer Bruniquilda Luego caminé por un bullicioso paseo marítimo, viendo algunos malabaristas haciendo piruetas con teas encendidas. Antes de dormir, en la terraza de mi habitación, sigo la lectura.

Miércoles 28 de julio.
Me han hablado de un mercadillo hypy que cada miércoles se llena de gente en Punta Arabi. Desde San Antonio cojo un autobús de línea hasta Santa Eulalia. Me ofrecen dar un desaconsejable paseo en un trenecito turístico pagando 12 €, me monto y el conductor, en plan guasón, nos lleva a los viajeros por la ciudad y luego sale al campo hasta una venta para darnos un refresco, pasando por un museo etnográfico ibicenco y vuelta a Santa Eulalia, desde donde cojo otro autobús hasta Punta Arabi, lugar con playa, tiendas, restaurantes. Son las 14 horas. Hace un tremendo calor cuando andando llego al pinar donde montan el supuesto mercadillo hypy Allí venden lo típico de los mercadillos personas que pueden tener tiendas en cualquier sitio, sin que haya hypy por ningún lado. Vuelta a San Antonio, cansado tras atravesar de este a oeste la isla, ducha y a leer.

Jueves 29 de julio.
Temprano cojo un autobús para ir a Cueva de Can Marca, situada en el Puerto de San Miguel, al norte de Ibiza. Llego con tiempo de incorporarme a la visita guiada de las 11 de la mañana, la entrada cuesta 8,50 €. Hay mucha gente de diversos países. La cueva fue usada por contrabandistas, está situada en un acantilado al que se baja por unas escaleras de madera. En su interior se puede ver pequeñas salas con estalagmitas y estalactitas, los lagos son artificiales y ponen un pequeño espectáculo de luz y sonido. Nada del otro mundo. Al salir no hay autobús para volver a San Miguel. En plena siesta recorro unos dos km. andando cuesta abajo, luego otros 300 metros para llegar a una cala. Allí entro en un restaurante, me pongo el bañador y me doy baño marino de media hora, luego como pescado, descanso un rato y me dispongo a regresar a San Antonio, pero me paso del lugar donde debo coger el autobús y ando durante un tiempo por una carretera. Al final me doy cuenta del despiste, paro a un motorista para preguntarle. Se ofrece para llevarme a la parada. Me monto en la moto, pierdo una gorrilla que llevaba puesta y por fin siento el alivio de llegar con tiempo, pues no hay otro autobús para regresar. Los viajes son aventura y esta lo fue. Una vez en mi habitación reflexiono sobre lo ocurrido. Pequeños incidentes pueden estropear viajes o cambiarle a uno la vida. Estoy muy cansado y me acuesto.

Viernes 30 de julio.
El primer autobús para la ciudad de Ibiza, capital de la isla, sale a las 7 de mañana, con una frecuencia de media hora. Cojo el las 8,30. Llego, paseo por el puerto, desde donde salen o llegan barcos a Formentera y la Península. Pregunto horarios, precios de pasajes, etc. Luego me dispongo a subir andando a la ciudadela fortificada llamada “Dat Vila”, donde están los museos, la catedral y un centro de interpretación, además de una iglesia con un curioso crucificado “El Cristo del Cementerio” y el Ayuntamiento de la ciudad. Cuesta subir tanta calle empinada mientras el sol aprieta, pero lo hago. A pesar de mis 66 años mi salud me lo permite, afortunadamente. Desde arriba se puede ver una impresionante vista de esta hermosa urbe, poblada por diversas culturas y conquistada por los catalanes en el siglo XIII, por lo cual en Ibiza se habla también el idioma catalán. La diosa fenicia Tanif debió ser aquí adorada. El altísimo campanario de la modesta pero elegante Catedral lo remata todo. Ahora hay que bajar las cuestas antes subidas, pero me desvío, bajando unas escaleras, para conocer un antiguo barrio de pescadores, lo más típicamente mediterráneo que se puede encontrar en la isla, tras llenarla de hoteles, bares y apartamentos. En plena canina paseo por el centro de la ciudad. Me sorprende un jardín con un monumento dedicado al brigadier ibicenco Joaquín Vara del Rey y Rubio (1840-1898), héroe de la guerra de España con Estados Unidos en Cuba. Es el personaje que hoy da nombre a calles y establecimientos en toda Ibiza. Ya cae la tarde cuando regreso a San Antonio. Leo un rato, termino Bruniquilda y me acuesto.

Sábado 31 de julio.
A las 10,30 de la mañana me monto en un barco para navegar durante dos horas hasta la isla de Formentera. Precio ida y vuelta 33 euros. En el trayecto pude ver islotes importantes como As Vedra, de propiedad privada, donde las leyendas dicen que viven extraterrestres. Se llega al puerto de La Sabina, se coge un autobús (12 euros) para ir a una playa, continuar hasta Pujot, comer pescado frente al mar y llegar al Faro de la Mota. Es la mejor forma de recorrer Formentera en poco tiempo. El paisaje es seco y no hay tanta agresión paisajística como en Ibiza. Lo más impactante es asomarse al mirador de La Mola para el ver el Mediterráneo en estado puro: azul oscuro, inmenso, lleno de luz. El barco sale a las 17 horas, llego cinco minutos antes para cogerlo. Son casi las 20 horas cuando llego a mi habitación. En el viaje marítimo de ida y vuelta comencé a leer la novela de Lídice.

Domingo 1 de agosto.
Desayuno y partiendo del puerto voy bordeando la bahía de San Antonio en dirección al hotel Tanif. La costa es rocosa, con algunos acantilados y una cala donde se baña gente. Al final del recorrido descubro un lugar encantador para tomar una cerveza, leer y contemplar el mar. Es un chiringuito situado sobre la Cueva de las Langostas, donde además hay un acuario. Si viviera en Ibiza sería mi lugar ideal. Tengo la suerte de que llega un ferry que por 5 euros me llevará a ver varias calas y a la Cueva de las Palomas para luego regresar por mar al mismo puerto, además de una copa de champán a bordo. Acepto la oferta. Navegando veo de lejos las mansiones de famosos como la Duquesa de Alba o la que construyó Úrsula Andress. Tras la siesta retomo la lectura sentado junto a una piscina y paso una buena tarde.

Lunes 2 de agosto
Me dispongo a conocer la parte izquierda de la bahía. Es la zona, llamada “El Arenal”, donde se ubican discotecas como “Paradisse”, allí viernes y lunes tiene lugar la desmadrada “Fiesta del Agua” a las cinco de la mañana, algo prohibitivo e inapropiado para mí. Además el entono está lleno de bares, restaurantes, hoteles y apartamentos dedicados al turismo puro y duro. Llego hasta un chiringuito a pie de playa, me siento, pido una cerveza y me pongo a leer. Es un sitio estupendo para pasar una mañana tranquila disfrutando del paisaje marítimo y de la lectura. Allí almuerzo huevos fritos con patatas y salchichas y termino la novela Tiempo de Amor y Odio, cuyo contenido me hace reflexionar. Lídice ha escrito su mejor novela y me alegro de tener entre mis manos un ejemplar con una cariñosa dedicatoria escrita a mano.
Regreso andando. Tras la siesta, me dispongo a despedirme del lugar donde pasé unos días de grato recuerdo. Paso junto al curioso monumento llamado “El Huevo”, con la carabela Santa María en su interior, erigido a Cristóbal Colón. Me siento en un banco para ver llegar la noche frente a la fuente situada en el paseo del puerto. Sobre las 23 horas me voy a dormir.

Martes 3 de agosto.
Salida en autobús desde San Antonio hacia el aeropuerto de Ibiza. Tras pasar por varios hoteles se tarda unos 45 minutos en llegar. El vuelo para Sevilla será a las 14,50. No tengo nada que hacer y espero pacientemente. Llego a Sevilla sobre las 16 horas, utilizo dos autobuses y de nuevo en casa

Hoy día 4 he reanudado mi cotidianidad. Algo que se aprecia más con la resaca de los viajes, en los cuales se aprende y se disfruta pero también se echa de menos esas pequeñas cosas que son tan nuestras y nos hacen la vida diaria más agradable.

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