jueves, 2 de septiembre de 2010

ROBAR PARA LEER


Hoy leo en la prensa la noticia de que un hombre roba libros porque es un apasionado lector y no puede comprarlos.

Este es el artículo publicado en el diario ABC de Sevilla:

“Hay sobrados casos documentados de personas que han acabado entre rejas después de ser detenidos por algo tan perentorio como evitar el hambre. Robar para comer ha sido una constante en la historia de la Humanidad. Lo que ya no lo es tanto es robar para leer, aunque se trate de una ocupación que también mate el hambre, en este caso el hambre de saber... Sobre todo si ese ansia nace, precisamente, en la cárcel.
Esa es la historia vital de Antonio F. H., un sevillano de 46 años de edad cuyas espaldas soportan ya veinticuatro detenciones anteriores.
Antonio es un consumado delincuente contra el patrimonio, un especialista el robos y hurtos que ha conocido prácticamente todas las comisarías de Sevilla; también los Juzgados y, consecuentemente, la cárcel.
Una afición carcelaria
Allí, ha contado a los policías que lo han detenido por vigésimo cuarta vez, tenía que matar el aburrimiento de alguna manera, y fue así entre rejas donde le dio por leer. Una afición a la lectura que ahora le ha llevado otra vez al calabozo.
Y es que, falto de medios, o al menos eso cuenta, Antonio no tuvo mejor ocurrencia que proveerse de libros por el expeditivo método de entrar en una librería y llevárselos sin pasar por caja.
Hasta setenta han sido los títulos que este empedernido lector ha conseguido llevarse de diversos establecimientos del ramo sevillanos, todos ellos de la zona Centro y de Triana, en los que ha demostrado una especial predilección por los de más éxito y los de última aparición.
A la mochila
Para conseguir sus fines, Antonio F.H. recurría al sistema del descuido, o sea que le buscaba las vueltas al vigilante del establecimiento elegido, y en un segundo el libro elegido acababa en el fondo de la mochila que siempre llevaba encima, con la que no sólo acababa burlando cualquier sospecha, sino también los sistemas electrónicos antirrobo.
La investigación no ha permitido concretar durante cuánto tiempo se han extendido las andanzas del descuidero, pero lo que sí ha reconocido es que los permisos carcelarios también le servían para proveerse de libros que luego leía cómodamente en la tranquilidad de la celda.
No ha sido este el caso de su última detención. Esta vez, Antonio ya había cumplido con la sociedad y estaba libre.
De lo único que no se había librado era de su atracción por la lectura, una afición que le ha costado a los establecimientos afectados la friolera de 1.410,90 euros. Una cantidad que probablemente sea mayor, como mayor puede ser el número de títulos leídos, a juzgar por las declaraciones de los propios vigilantes de los establecimientos.
Y es que Antonio era sobradamente conocido en las librerías que frecuentaba; incluso por su afición a llevarse libros «al descuido», pero unas veces por la escasa cuantía de lo sustraído, y otras por evitar un escándalo innecesario en horas de máxima afluencia de clientes, al final se libraba de ser formalmente denunciado.
Hasta que un vigilante, harto del acoso de Antonio, se decidió a presentarse en una comisaría y formuló la correspondiente denuncia.
A partir de ahí, identificarlo no fue precisamente una labor complicada. Bastó un simple reconocimiento fotográfico para que los vigilantes lo señalaran como el hurtador de libros que los traía fritos desde hacía meses.
Antonio acabó así en el calabozo de la Inspección Central de Guardia, a la espera de que concluyera la instrucción de las oportunas diligencias y fuese conducido de nuevo ante el juez de guardia.
Lo que no está muy claro es si durante su estancia en el calabozo pidió algo para leer”

No conozco a Antonio, pero estaría encantado de hablar con él de libros. Tras haber leído tanto, por un método ilícito, debe ser una gozada escuchar sus opiniones sobre autores, obras publicadas etc.

No podemos alabarle sus robos. “Al César lo que es del César….” Pero si esa peculiaridad suya de preferir sustraer libros antes que comida, ropa, zapatos… Ël es un caso muy especial y, sin saber por qué, declaro que me cae bien.

Solo me permito darle un consejo.

Afortunadamente tenemos en Sevilla unas formidables bibliotecas públicas que prestan libros de todo tipo.
Con un carné gratuito se puede tener hasta tres títulos en casa durante un mes, e incluso más. No hace falta comprarlos ni robarlos.

En cualquier caso esta noticia es muy singular y podría servirme para escribir una historia, pero de momento me limito a reflejarla en este blog.

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