domingo, 29 de noviembre de 2009

SAN PETERSBURGO Y NAVEGANDO POR CANALES, RIOS Y LAGOS RUSOS HASTA LLEGAR A MOSCÚ



Fue el pasado mes de julio, época propicia para visitar Rusia, cuando procedente de Madrid arribé a San Petersburgo, llamada Leningrado durante la época soviética.

Tras ser recogido en el aeropuerto, llegué a un barco anclado en el puerto fluvial, situado a unos 15 klm del centro de aquella ciudad. Me alojaron en un camarote individual de la cubierta, un lugar privilegiado que yo había elegido expresamente para tener más visibilidad y encontrarse cerca de la popa.

Tras cenar en un amplio comedor, donde conocí a las personas que comerían en mi mesa durante todo el viaje (una empleada chilena acompañada de su madre y una directora de un colegio de Madrid, además de un matrimonio catalán que al día siguiente desapareció para unirse a otros catalanes, algo frecuente entre ellos), salí al exterior y estuve contemplando cómo anochecía a las doce de las noche, fenómeno natural llamado “las noches blancas”. Luego me acosté y me sentí a gusto en aquel camarote, pequeño pero muy acogedor.

A la mañana siguiente, los trescientos cincuenta viajeros alojados en aquel barco, procedentes de diversas autonomías españolas, predominando los navarros y catalanes, fuimos conducidos en autobuses al centro de San Petersburgo. Una ciudad bellísima, con casi cinco millones de habitantes y otros tantos en su zona de influencia, fundada por Pedro I el Grande el 16 de mayo de 1703 para afianzar su poder en aquella región del Mar Báltico, alcanzado tras desalojar de allí a los suecos.

Después de viajar a Holanda, Pedro I escogió a Amsterdam como modelo para su proyectada ciudad, la cual debería asentarse en una zona lacustre e inundable, lo que condicionaría su futuro desarrollo urbanístico por tener que unir varias pequeñas islas mediante puentes y canales fluviales. Tal circunstancia da a San Petersburgo un encanto especial, diferente a otras ciudades europeas con canales en sus calles, como Venecia, Brujas, Gante, Leiden o la mencionada Amsterdam. San Petersburgo recuerda lejanamente a París, por la gran cantidad de hermosos edificios, y en cierta forma también a Viena, debido a los estrechos lazos que la dinastía de los zares Romanoff tuvo con Alemania y la Austria de los Habsburgo, dándose el caso de que varias de más importantes zarinas rusas fueron alemanas de origen.

Durante aquel día y los siguientes, vi fugazmente el Museo del Hermitage, situado en un inmenso palacio repleto de obras de arte, cuyo conocimiento requiere cinco años, según dicen algunos expertos. Y para sentir más a Rusia en un lugar tan hermoso y emblemático, degusté en su interior una tarrina de caviar ruso que poco antes había comprado en una tienda oficial, única forma de saber que era auténtico. También visité la inmensa fortaleza que alberga el panteón oficial de los zares, construida por Pedro I para servirle de residencia y defender la ciudad; las dos columnas rostrales, situadas cerca del Hermitage y del río Neva; el palacio Yusupov, en cuyo sótano Rasputín sufrió un atentado y logró huir vivo para fallecer luego de forma misteriosa; el palacio Pukink, vinculado al primer gran poeta, narrador y dramaturgo ruso; el maravilloso Palacio. Petroduorest, con sus cascadas y fuentes de agua, además de cuidados jardines, reflejo ruso de Versalles. No faltó tampoco mi asistencia a un espectáculo de folklore con danzantes vestidos de cosacos; mi recorrido por la calle Nevisky, la más comercial de aquella ciudad; o un paseo por canales que pasan bajo hermosos puentes.

Terminada la visita a San Petersburgo, el barco comenzó a navegar por el río Neva, para en el próximos días recorrer el lago Ónega, Su superficie es de 9.894 km² (lo que le convierte en el segundo lago más grande de Europa) y un volumen de 280 km³, con una profundidad máxima de 120 m. Tiene en su interior 1369 islas con un área de 250 km². Desembocan en él 58 ríos, siendo los principales el Shuya, el Suna, el Vodla y el Vytegra. Además, pasamos por grandes canales, con muchas compuertas reguladoras del agua, construidos por Stalin usando el trabajo de prisioneros políticos. En ese trayecto, antes de llegar a Moscú, pude disfrutar de hermosos paisajes, ver a gente bañándose en las riberas de ríos, y conocer, durante las escalas del barco, varios pueblos pequeños, con sus tradiciones, artesanía, y leyendas ancestrales de la Rusia profunda.

Tras varios días de navegación, una mañana atracamos en el puerto fluvial de Moscú, también situado lejos del centro de la ciudad. Estaba ansioso por conocer la capital de Rusia, país que nombro varias veces en LA MÁGICA PELLIZA DE CARLOS MARX por haber sido su Revolución tan decisiva en la historia del pasado siglo XX. Cuando por fin entré en la Plaza Roja (tiene 695 metros de longitud y 130 metros de ancho, siendo así la tercera plaza más grande del mundo). pude ver el mausoleo de Lenín allí situado, y sentí una emoción especial, pues era uno de los objetivos del viaje. Una plaza que fue escaparate donde los comunistas rusos exhibían sus desfiles militares, o escenificaban sus grandes concentraciones de masas. Hoy la Plaza Roja, con su espectacular catedral de San Basilio, cuyo interior recorrí, sus muros del Kremlin y unos grandes almacenes que se han convertido en la mejor forma de visualizar el cambio ruso del comunismo al capitalismo. Allí el lujo predomina, las marcas mas importantes de ropa, coches, perfumes y otros muchos caros productos occidentales se exhiben en las tres plantas del soberbio edificio. ¿Qué dirían Lenin o Stalin si revivieran y entraran en tal catedral del consumismo lujoso?. No menor emoción sentí entrando en el interior del amurallado recinto del Kremlin, corazón del poder de los gobernantes rusos, con su catedral, hoy solo usada como atractivo turístico tras el presidente Yelsin construir una nueva catedral a la Iglesia ortodoxa rusa (que también visite otro día); sus cañones gigantes nunca usados, o sus edificios administrativos, entre ellos la residencia oficial del presidente de Rusia, cuya presencia allí es anunciada con una bandera que se quita cuando tan alto dirigente no permanece en su interior. Completé mi estancia en Moscú visitando el Museo de Bellas Artes Pushkin, donde pude ver joyas pertenecientes a un tesoro encontrado en Troya, lo que me hizo pensar si fueron usadas por la mítica Helena, además de multitud de obras de arte, al ser el segundo mayor Museo de Rusia. Un día, liberándome de los horarios o de los regresos al barco en autobús, decidí callejear sólo por la ciudad para conocer la romántica calle Arbat, con sus tiendas, sus músicos callejeros, sus pintores con caballetes al aire libre, siendo quizás la única vía peatonal de Moscú y por supuesto la mas famosa y visitada por los turistas. No me perdí en mi solitario paseo la contemplación de los descomunales edificios de los Ministerios de Defensa o de Asuntos Exteriores, construidos por Stalín como demostración al mundo del poder sovietico. Y para completar mi aventura en solitario, regresé el barco usando el famoso metro moscovita, cuyas estaciones fueron concebidas como “palacios del pueblo” y por eso están dotadas de un lujo impresionante. Todo ello sin conocer el idioma y valiéndome de mapas y de libros con información de monumentos y planos. Sé que fui atrevido, pero si uno es viajero y quiere adentrarse en el país que visita, lo mejor es caminar sin rumbo por calles, plazas, mercados y por supuesto acercarse a la gente para comprender su mentalidad y sus costumbres.

La Federación rusa es el país más extenso del mundo. Cuenta con una superficie de 17.075.400 kilómetros cuadrados, poseyendo más de la octava parte de la tierra firme del planeta. Esta república semipresidencialista, formada por 83 sujetos federales, es el noveno país por población al tener 142.000.000 habitantes. Sus cientos de étnias con lenguas diferentes, lo hacen muy difícil de gobernar y por eso la democracia, tal como se conoce en occidente, será muy difícil de implantar. Ya no aparenta ser una dictadura del proletariado, pero en la práctica sólo un selecto grupo de políticos, llamado Grupo de San Petersburgo, tiene accceso real al poder. La industria rusa, antes colectivizada, ha pasado a manos de personas avispadas tras comprar a los obreros las acciones que le regaló el Estado al desaparecer oficialmente el comunismo. Este es el origen de las grandes fortunas rusas. Hay mucha corrupción y me contaron que un alumno puede aprobar si previamente paga un dinero al profesor que le examine. La gente, sobre todo al juventud, cree vivir en libertad, pero sabe que su país no la ha alcanzado del todo.

Cuando regresé de tan interesante viaje, me alegré de haber tenido la oportunidad de aprender multitud de cosas que, por mucho interés que hubiera puesto, nunca encontraría en los libros, o en los medios de comunicación.

Ave Rusia. Vive en PAZ, progresa y sigue siendo tu misma

VEA ESTE VIDEO DE LA SALA DEL PAVO REAL. SAN PETERSBURGO


No hay comentarios:

Publicar un comentario